viernes, 13 de mayo de 2016

ABSTRACCIÓN. Una entrada de Carmen Pinedo y Manuel Casanova.


Escucho los colores. Si intento cantarlos, la música se apaga.


Puedo callar, o acaso decir “rojo”, “azul”, aunque de nada sirva nombrar lo que se muestra.



Puedo divagar paisajes, aunque mares, desiertos, cielos, la fluidez del agua, el crepitar del fuego, la áspera textura de la tierra, formen parte del ensueño del observador, no del artista. 







El crepitar del fuego, he escrito: sus fantasmas.



Asoman en las imágenes el espectro del verano o los horizontes entreverados de todos los tiempos.




O, también, las explosiones y los vértigos cuando algo se condensa, se hunde en lo profundo y luego estalla.



Silencio. El pintor nos habla del brillo callado de la luna.


Una huella tan leve como la caricia de la luz y de la sombra.


No sirve decir, ni cantar: tal vez, si supiésemos, las pieles bailarían los colores.



martes, 10 de mayo de 2016

Dos compositoras francesas

Maurice Utrillo, “Rue du Mont Cenis” (1910)



En 1686 el papa Inocencio XI declaró: "La música es totalmente dañina para la modestia que corresponde al sexo femenino, porque las mujeres se distraen de las funciones y las ocupaciones que les corresponden. Ninguna mujer con ningún pretexto debe aprender música o tocar ningún tipo de instrumento musical"

Aún así, mujeres como Clara Schumann o Fanny Mendelsshon alcanzaron un cierto respeto dentro del mundo masculino de la composición musical. Fanny, la hermana mayor del famoso compositor Félix Mendelsshon, lo hizo además en contra de la opinión de su abuelo, el docto filósofo Moses Mendelsshon, que dejó dicho: "El saber moderado sienta bien a una dama, pero no la erudición [...] Las mujeres pueden llegar a igualar e incluso superar intelectualmente a los hombres, pero como la biología ha impuesto que ese progreso intelectual se realice a costa de sus funciones reproductoras, corresponde condenarlas por razones biológicas".

Todavía a principios del siglo XX, el insidioso y misógino director de orquesta británico sir Thomas Beecham se atrevió a afirmar: "No hay compositoras, nunca las hubo y posiblemente nunca existirán".

Hoy recordamos a dos compositoras francesas que desmintieron rotundamente al británico.

Cécile Chaminade (1857–1944) nació en Paris y estudió música con su madre y algunos profesores famosos, como Benjamín Godard, pero no de manera oficial, ya que su padre desaprobaba esta dedicación. A los ocho años componía música sacra y le fue posible interpretar una de sus piezas ante Georges Bizet, que quedó impresionado por el talento de Cécile. 

Ofreció su primer concierto a los dieciocho años, obteniendo un éxito que le permitió realizar varias giras por Francia, y en 1902 hizo su debut en Inglaterra. 

En 1908 visitó los Estados Unidos, y sus composiciones alcanzaron una gran popularidad entre el público norteamericano. En Francia fue condecorada con la "Legión de Honor", la primera vez que se concedía este honor a una mujer compositora. El músico Ambroise Thomas dijo de ella: "No es una mujer que compone, es un compositor que es mujer". Sin embargo, después de su muerte en 1944, sus composiciones cayeron en el olvido y dejaron de ejecutarse.

La música de Cécile Chaminade es muy melódica y accesible, en el estilo tardorromántico de la música francesa. Su obra más conocida es el "Concertino para flauta", de la que, incluso en la era digital, existen escasas grabaciones.

El pianista canadiense Marc-André Hamelin interpreta las deliciosas variaciones "Thème Varié".




Nadia Boulanger nació en Paris, en 1887.  Su padre, Ernest Boulanger, fue un destacado pianista, y su madre, Raissa Myshetskaya, una princesa rusa. 

En sus primeros años a Nadia le asustaba la música y corría a esconderse durante las frecuentes veladas musicales que se celebraban en su casa. Sus padres no acertaban a explicarse esta reacción, pero cuando la madre de Nadia volvió a quedarse embarazada la respuesta de la niña a la música cambió: "Un día oí una campana de fuego. En vez de llorar y esconderme, empecé a pulsar el piano y a reproducir sonidos. Mis padres no salían de su asombro". Nadia tenía entonces cinco años.

Desde entonces se dedicó a la música. Se graduó con honores en el Conservatorio de Paris y estudió composición con Gabriel Fauré. Empezó a componer, pero pronto, en contra de la opinión de su maestro, decidió dedicarse a la enseñanza. "Si algo tengo perfectamente claro, es que toda la música que he escrito es inútil". Nadie pudo convencerla de su error.

Pero si como compositora no quiso destacar, como profesora de música fue excepcional. Su fama se extendió a Francia, Inglaterra y los Estados Unidos. Compositores e intérpretes que luego se harían famosos, como Aaron Copland, Roy Harris, John Eliot Gardiner, Elliott Carter, Daniel Barenboim, Philip Glass y Astor Piazzolla, fueron alumnos suyos. Nadia Boulanger fue la primera mujer que dirigió grandes orquestas, incluyendo la Orquesta Sinfónica de la BBC y las Filarmónicas de Nueva York y Filadelfia, estrenando obras de Copland y Stravinsky.

 George Gershwin la visitó en 1927 para aprender composición, pero después de media hora con el americano Nadia le dijo tajantemente: "No tengo nada que enseñarle". Gershwin contó cientos de veces esta anécdota.

Nadia Boulanger murió en 1979. El compositor norteamericano Ned Rorem dijo de esta mujer:  "En lo referente a pedagogía musical -y por extensión a la creación musical - Nadia Boulanger es la persona más influyente que haya existido".

La "Fantasía para piano y orquesta" es una de las pocas obras grabadas de Nadia Boulanger.



miércoles, 4 de mayo de 2016

Tres compositoras rusas



Natalia Goncharova, Escena campesina, 1911

Galina Ustvolskaya (1919 - 2006) es una compositora fundamental de la vanguardia rusa. Dimitri Shostakovich dijo de ella: "Estoy convencido de que la música de Galina Ustvolskaya conseguirá renombre mundial, y será valorada por todos aquellos que saben percibir la verdad en la música." En distintas ocasiones Shostakovich la apoyó en la Unión de compositores soviéticos, en oposición a sus colegas masculinos.
Hasta la caída de la Unión Soviética, sólo la sonata para violín de 1952 había sido interpretada con cierta frecuencia, pero desde entonces su música se ha visto programada con cada vez mayor regularidad en repertorios de occidente.
De espíritu rebelde, Galina Ustvólskaya dejó dicho:
"No hay el menor vínculo entre mi música y la de cualquier otro compositor, vivo o muerto".
"Todos aquellos que realmente amen mi música deberán abstenerse de someterla a análisis teórico".
Un crítico opinó: "Sus trabajos de los años cuarenta y cincuenta suenan a veces como si hubieran sido compuestos hoy".




Sofia Gubaidulina (1931) Estudió composición y piano en el Conservatorio Kazan, graduándose en 1954. En Moscú amplió estudios con Vissarion Shebalin, uno de los compositores rusos más cultos y eruditos de su generación. La música de Sofía no tardó en ser calificada de "irresponsable" por parte de los gerifaltes soviéticos, a causa de su exploración de nuevas tonalidades. Shostakovich, que formó parte del tribunal en sus exámenes finales, igual que había hecho con Ustvolskaya, defendió a Gubaidulina y la animó a continuar por "el camino equivocado".

No obstante, en 1979, fue incluida en la lista negra conocida como "Los siete de Khrennikov", en el Sexto Congreso de la Unión de Compositores soviéticos, lista que vetaba su participación en algunos festivales de música soviética en Occidente.

Gubaidulina es miembro devoto de la iglesia ortodoxa rusa. Para ella la música fue un escape de la atmósfera represiva de la Rusia soviética y una forma de  trascendencia humana, que se manifiesta en el misticismo abstracto de sus composiciones. En 2007 compuso "In Tempus Praesens", su segundo Concierto para violín, que fue estrenado en el Festival de Lucerna, actuando como solista Anne-Sophie Mutter, una de las mejores violinistas de todos los tiempos, a quien estaba dedicado el Concierto. Quien esto escribe tiene el recuerdo imborrable de haber escuchado este concierto en Madrid, interpretado por Anne-Sophie Mutter, a quien acompañaba Sofía Gubaidulina. Compositora e intérprete recibieron una prolongada ovación al final del concierto.




Elena Firsova nació en Leningrado, en 1950. Estudió música en Moscú con Alexander Pirumov , Yuri Kholopov , Edison Denisov y Philip Herschkowitz . En 1979 Firsova no se libró entrar, como Gubaidulina, en la lista negra de Khrennikov, lista en la que también se encontraba su marido, el compositor Dimitri Smirnov. El influyente Khrennikov  definió la música vanguardista de este grupo como: "Música sin sentido, barro ruidoso en lugar de verdadera innovación musical".

Elena Firsova ha compuesto más de cien obras de diferentes géneros, incluyendo la ópera de cámara "El ruiseñor y la rosa", sobre la obra de Oscar Wilde y Christina Rossetti, y el "Requiem por Anna Akhmatova". Su género favorito es la cantata para soprano, coro y orquesta. Muchas de sus obras están compuestas sobre poemas de Alexander Pushkin, Marina Tsvetaeva, Boris Pasternak y Oleg Prokofiev.


Imagen de portada por gentileza de Carmen Pinedo.