domingo, 30 de marzo de 2014

Círculos


¿Hay alguien ahí?


Encontré en Internet un blog cuyo subtítulo era: "Este blog está escrito para gilipollas como usted". Asumí mi condición y seguí leyendo. En Internet está todo, es un universo sin fondo, inabarcable, incontrolable, ilimitado. Hay un blog para gilipollas, pero seguro que hay muchos más. Para gilipollas, quiero decir. Habrá otros para astronautas, para poceros, para alpinistas (y dentro de los de alpinistas, para una determinada montaña). Seguro que hay blogs para los que odian los blogs. Hay miles, quizá millones de blogs. Hay blogs para vender y otros para comprar. Hay blogs muy visitados, a juzgar por el número de comentarios, y otros casi anónimos. Como este blog, por ejemplo. ¿Quién lee mi blog? Por supuesto familiares y allegados (no todos, no siempre) pero esos no cuentan. Todos los días compruebo que unas pocas personas han visitado mi blog, unos días más, otros menos. ¿Quiénes son? A veces siento una soledad parecida a la de los científicos del SETI, los que buscan señales de vida extraterrestre. Todos los días enfocan sus antenas hacia el universo y se preguntan ¿hay alguien ahí? Otras veces me pregunto para qué escribo este blog. ¿Es solo un entretenimiento, una tarea ocupacional de jubilado? La respuesta es no, obviamente. Hablamos para que nos escuchen, para poder decir públicamente lo que antes de internet no podíamos decir... aunque solo hablemos para unas pocas personas. Internet es una ventana abierta a no se sabe dónde, pero está ahí, para que uno se asome y hable o grite o guarde silencio. Es algo parecido a aquellos oradores de Hyde Park que, ante un puñado de desocupados, se subían a un cajón y proponían incendiar Buckingham Palace. Luego, muy satisfechos, se iban a su casa y se tomaban un té con su esposa. 

miércoles, 26 de marzo de 2014

Lazos 2


Epílogo

Los griegos inventaban mitos para explicar lo que no tenía explicación. No hemos dejado de hacerlo. Ha muerto un presidente y ya es un mito. Lo era antes de morir porque ya no estaba en esta vida y no podía volver. Las personas que no existen, las que no vuelven,  ya no son una amenaza para nadie, se convierten en un objeto de culto inerte, como La Gioconda o el David de Miguel Ángel. Ha muerto un presidente y ya es un mito, y también un símbolo, un icono. ¿Qué explica este mito? Explica o trata de explicar que lo que ocurrió en nuestro país hace años fue bueno; despierta esperanzas desvanecidas, idealismos frágiles, ingenuos asombros. Él lo hizo y por eso es un símbolo. No nos importa cómo sucedieron las cosas en realidad sino cómo queremos recordarlas. La leyenda  nos es más grata que la historia, porque la historia siempre miente. Alejémonos de la hipocresía post mortem y mantengamos el mito.

domingo, 23 de marzo de 2014

Crepúsculo


La sorprendente historia de Joyce Hatto



En 2003 los aficionados a la música clásica descubríamos a la pianista inglesa Joyce Hatto a través de las críticas elogiosas de sus grabaciones que aparecían en Gramophone o Classics Today. También nos enterábamos de su historia: Hatto no era una joven revelación, sino una pianista del pasado. Nacida en 1928, había alcanzado en los años 50 y 60 una discreta reputación como concertista. En 1976 abandonó inesperadamente toda actividad pública tras confesar que padecía cáncer. Nada se supo de ella hasta que en 2003 su marido, William Barrington-Coupe, propietario de una pequeña empresa discográfica, empezó a lanzar al mercado grabaciones supuestamente inéditas de Joyce Hatto que de inmediato alcanzaron un reconocimiento universal y también sustanciosos beneficios. Salieron al mercado más de 100 cedes, incluyendo la integral de sonatas para piano de Mozart, Beethoven y Prokofiev, y los conciertos de Tchaikovsky y Rachmaninoff, todos ellos unánimemente elogiados. La pianista perdió al final su batalla frente al cáncer y falleció en 2006 a los 77 años. En el Reino Unido se le rindieron numerosos homenajes y fue considerada como la mejor pianista inglesa del siglo XX . Sin embargo, su desconsolado marido siguió lanzando nuevas grabaciones y su fama no se extinguió. Recuerdo el disgusto que me produjo entonces no poder adquirir un disco de Joyce Hatto, ya que sus grabaciones no se distribuían en España.


En 2007 el musicólogo Marc-André Roberge informó que en la versión de Hatto de los Estudios de Chopin-Godowsky existía un error de digitación idéntico al de la versión grabada por el pianista Carlo Grante en 1993. Este hallazgo despertó las sospechas de los expertos, quienes, solo entonces, encontraron difícil aceptar que una mujer retirada y enferma pudiera haber realizado esas magistrales interpretaciones en los últimos años de su vida. La investigación reveló falsedades que inexplicablemente nadie había advertido hasta entonces. Se encontraron dificultades para identificar las orquestas con las que Hatto había grabado, incluyendo la existencia real del director René Köhler, que figuraba en los créditos, y del que Barrington-Coupe había proporcionado una detallada biografía. A partir de entonces musicólogos de todo el mundo empezaron a encontrar coincidencias y similitudes de las versiones de Hatto con interpretaciones de pianistas vivos o extintos, si bien ninguno súper famoso. El software de iTunes reveló que todos los discos eran plagiados, aunque manipulados digitalmente. Por ejemplo los tempi habían sido ocasionalmente alargados o acortados, y se habían modificado la ecualización y el balance. También se habían mezclado dos o mas intérpretes en una misma pieza.

Barrigton-Coupe lo negó todo en principio, pero acabó reconociendo el fraude y se justificó diciendo que "lo había hecho todo por amor, como homenaje a una esposa moribunda". Por increíble que parezca este hombre nunca fue denunciado y su fraude quedó impune, tal vez porque, como él mismo dijo: "No he hecho daño a nadie. Las elogiosas críticas recibidas por mi mujer se aplicarán ahora a los verdaderos intérpretes, lo que aumentará su fama y venderán más discos". Que por cierto fue lo que sucedió. Si Joyce Hatto participó en los manejos de su marido es algo que nunca sabremos.


Mi opinión personal sobre esta curiosa historia no es, me temo, políticamente correcta. Porque más allá de lo anecdótico del suceso, quien me produce una profunda admiración es el estafador Barrington-Coupe. Se necesita una gran inteligencia y mucha destreza para engañar durante cinco años a una pléyade de reputados críticos musicales, melómanos, informáticos y ejecutivos discográficos, y de paso ganarse una pasta. Es el triunfo de la astucia frente al poder y, no lo niego, me encanta que un anónimo ciudadano de Hertfordshire le tome el pelo a las poderosas discográficas. Se ha hecho una película de la historia con un enfoque romántico, pero creo que hubiera sido un buen argumento de comedia tipo Ocean's Eleven, una de esas reconfortantes películas en las que al final salen ganando los malos.

Una de las falsificaciones:



domingo, 16 de marzo de 2014

Lazos


El cardenal Rouco Varela, en uno de sus discursos de despedida, ha denunciado “...una cultura mundana que arrincona a Dios en la vida privada y lo excluye del ámbito público”. Está en un error, porque para un hombre de occidente, en la actualidad, es muy difícil desprenderse del cristianismo. Toda nuestra cultura radica en esta doctrina: nuestro pensamiento, nuestra ética, nuestra moral, el arte, la política, la justicia o  cualquier forma de comportamiento se sustenta en las ideas cristianas. Incluso los no creyentes, los ateos, los agnósticos, aunque rechacen las religiones, no pueden dejar de ser culturalmente cristianos. “Sólo una cultura cristiana podía haber producido a Voltaire y a Nietzsche”, decía con cierta ironía T.S. Elliot.


Por tanto no debe afligirse el cardenal: el Dios de la religión es más útil en la intimidad de los personas, y lo público, quiérase o no, es culturalmente cristiano. Algo que Josep María Soler, Abad de Monserrat, entiende mejor: “Los cristianos no podemos pretender imponer nuestra visión antropológica en la sociedad plural, no podemos pretender que la moral cristiana se convierta en ley del Estado”.

sábado, 1 de marzo de 2014

Pescadores (sobre una foto de Margarita Burgueros)


Soberbios lectores

La escritora Marta Sanz, en su sección Ni hablar, de El CULTURAL, publica un artículo titulado El Lector  en el que habla de usted y de mí y de otros muchos, o sea, de todas las personas que leen libros. Es divertida su enumeración de calificativos, elogiosos o despectivos,  que pueden aplicarse a escritores (y escritoras). Sin embargo el lector no tiene calificativos: "El lector es siempre el lector a secas". Desconcertante. Nunca pensé que yo fuera lector a secas. Y pensándolo mejor, me parece que los lectores no son en absoluto lectores a secas y se les pueden aplicar - como a los vicarios o a los fontaneros- toda suerte de calificativos, los que ella enumera y otros más. "Siempre tiene razón (el lector). Como el cliente de la pescadería que mira el ojo turbio del besugo". Cielos, doña Marta, estoy seguro de que yo no compro libros como si fueran besugos. Ni nadie, espero. Tampoco entiendo lo de tener siempre razón. ¿Ante quién? Porque si hay algo que despierta una gran diversidad de opiniones es precisamente un libro. "Los lectores con sus interpretaciones completan el significado de un texto". Esto se entiende mejor. Es poético lo que sugiere: una comunión intemporal y casi mística entre el escritor y su lector. ¿Pero qué posibilidades tiene el escritor de experimentar ese sentimiento? Muy escasas, porque quien de verdad lo siente es el lector que se ha sentido conmovido con un libro y busca con ansia otros títulos del mismo autor, y puede que, en efecto, sus pensamientos completen el texto, pero solo en su particular comprensión, íntima, individual y pocas veces transferible. Una vez escribí a un escritor para decirle que su forma de escribir me inspiraba amistad. Creo que le gustó. Otras veces he expresado una opinión negativa sobre una novela. Eso no quiere decir que tenga siempre razón. Supongo que todo escritor busca un lector que le entienda. También le hubiera gustado a Van Gogh que sus cuadros fueran comprendidos antes de morir, y a Bach que "El Arte de la Fuga" fuera interpretada antes del siglo XX.

"Fomentar la soberbia del lector es una estrategia publicitaria de la sociedad de consumo". La verdad, no sé a qué se refiere. ¿Se vuelven soberbios los lectores porque han comprado un libro muy publicitado? ¿Es un ataque subliminal a los lectores de best sellers? Lo cierto es que todos libros se auto publicitan a sí mismos, basta con leer la contraportada donde se exhiben todas las virtudes de libro y autor y ninguno de sus defectos.

En fin, estoy con usted en que a mí tampoco me gusta que me doren la píldora, pero no creo que nadie forme parte de un bloque antiautor, ni que se pueda acusar de soberbia global a todos los lectores en conjunto. A no ser, claro, que tal afirmación sea sostenida por un crítico literario, porque entonces ya es una batalla  diferente. Hablaremos de esto en otra ocasión.


El artículo de Marta Sanz pueden leerlo en: http://www.elcultural.es/opinion_articulos/OPINION/Ni_hablar/10/161/1