viernes, 14 de febrero de 2014

Barcos


Como hoy hablamos de adaptaciones, esta es mi visión de un cuadro de Derain.

Rompa usted su disco



Está de moda André Rieu, un violinista, director de orquesta y showman holandés que suele actuar en estadios, plazas públicas y grandes recintos. Su repertorio es muy extenso, va desde el pop a la música clásica, todo ello interpretado con su peculiar estilo festivo-grandilocuente. El éxito de sus shows es incuestionable y solo en You Tube tiene más de 800.000 entradas. Dicho esto, tengo que proclamar que a mí, André Rieu, no me gusta nada: sus vídeos me producen una incomodidad creciente y rara vez los veo/escucho completos. Esto ocurre sobre todo con sus versiones de composiciones clásicas.

Sus defensores esgrimen el argumento, muy antiguo por cierto, de que de esta forma Rieu populariza la música clásica, que de otro modo estaría reservada a las clases de élite o acomodadas. Nada más falso, al menos en lo que a mí respecta, que no soy ni élite ni acomodado. No me molestan las adaptaciones de temas clásicos si están bien hechas. Chet Baker hacía con su enigmática trompeta una maravillosa recreación del Andante cantabile de la 5ª Sinfonía de Tchaikovsky.



 Y las versiones jazzísticas de Jacques Loussier y los Swingle Singers sobre temas de Bach son extraordinarias. 





Se cuenta que Igor Stravinsky asistió a una jam session de Charlie Parker, quien al reconocer al músico y sin interrumpir el tema que estaba tocando, inició una variación de La Consagración de la Primavera que dejó fascinado al compositor. La llamada música clásica no está constreñida a unas determinadas liturgias y se puede adaptar a formas no ortodoxas siempre que se conserve el buen gusto.


El estilo verbenero empezó España con el argentino Waldo de los Ríos, que introdujo una monótona y ramplona percusión en el 4º movimiento de la 9ª sinfonía de Beethoven y en la sinfonía 40 de Mozart, para convertirlas en piezas bailables. Tuvo un éxito rotundo. Su seguidor fue Luis Cobos, otro triunfador, que continuó añadiendo ritmos verbeneros a la música clásica y a la zarzuela. Ahora parece que es André Rieu, a nivel mundial, el gran preboste de este tipo de espectáculo. Bueno, pues me alegro por él y sus seguidores, pero desde este modesto blog afirmo que con don André no disfruto nada.

Cuando yo era niño había un programa de radio que se llamaba Rompa usted su disco. Cada día acudía una persona a la emisora y manifestaba qué canción le parecía insoportable. El locutor le entregaba un martillo, el oyente pulverizaba el disco correspondiente y se iba tan feliz. Como eran discos de baquelita, de 78 rpm, se rompían con facilidad. Ahora no hay forma de repetir la hazaña porque no va a asaltar uno You Tube con un martillo. Pero siempre puede uno negarse a escucharlos.