miércoles, 14 de diciembre de 2022

LA SOMBRA





Sabía y no sabía que la silueta que veía en la terraza de los vecinos no podía ser una persona. Y sin embargo, su inmovilidad me hacía imaginar vigilantes de la casa, espías acechantes o ladrones camuflados en la oscuridad. Lo comenté con M.

- Qué tonterías dices, está claro que esa sombra es la columna en la que termina la balaustrada.

-¿Y la cabeza?

- ¿Qué va a ser? ¡Una bola de piedra o de cemento!

- No me convences del todo.

- ¿No? Pues mira, el sábado nos han invitado los vecinos a cenar. Podrás comprobarlo por ti mismo.

El sábado, mientras los demás bebían una copa me escabullí a la terraza. La figura estaba allí y pude comprobar que, en efecto, se trataba de un adorno arquitectónico. Me acerqué y posé mi mano sobre la bola de piedra.

- Cuerpo incorpóreo-musité-, admiro tu fidelidad como salvaguarda de esta casa, expuesto a la lluvia y al frío sin moverte de tu pedestal. Yo, desde mi ventana, seguiré pensando en ti como un ser que se esconde en las sombras. Brindo por ti.

Alcé mi copa y me volví rápido hacia la casa temiendo que alguien pudiera haberme visto.

 -Gracias Manuel -dijo una voz a mis espaldas.

 Aterrorizado dirigí la vista al monolito. Nada había cambiado, seguía inmóvil y enhiesto y su cabeza seguí siendo pétrea.

 Achaqué la voz a un instante de obnubilación producido por el licor y me reintegré confuso al grupo de personas. Aún suelo mirar de noche la ventana de los vecinos y, sin yo quererlo, resuena en mi mente aquella voz.