domingo, 6 de septiembre de 2015

Cartas de amor en la arena


Ya no se escriben cartas. No piensen que voy a dar la nota nostálgica, es una simple constatación. Si ya no escribimos cartas -como tampoco empleamos pluma y papel- es porque la tecnología ha superado ese arcaico y lento modo de comunicación. Primero fue el correo electrónico, una manera instantánea de hacer llegar una notificación, un saludo, una factura, cualquier cosa; después, o al mismo tiempo, llegaron los chats, donde, además de saludar, uno puede establecer una especie de diálogo con dos o trescientas personas a la vez. Lo último son los whatsapp.

Pero siempre que se gana algo, algo también se pierde. Uno escribía cartas a la familia, a los amigos, a la novia, incluso escribía cartas a los periódicos. La elaboración de una misiva no era cosa de un instante, uno se sentaba frente a la hoja de papel en blanco, empuñaba la pluma o el bolígrafo y se ponía a pensar. No había prisa, ya sabíamos que la carta tardaría por lo menos un día en llegar, así que merecía la pena detenerse a pensar lo que íbamos a escribir. Sobre todo si escribíamos al novio o a la novia, o simplemente a una chica que nos gustaba, aunque todavía no tuviera título. Esa elaboración sin premura hacía, creo yo, que el mensaje reflejara un sentimiento más profundo o una idea mejor pensada.

La máxima expresión de esta escritura eran las cartas de amor. Ahí uno se dejaba la piel escribiéndolas y se le ensanchaba el espíritu al recibirlas. Una vez terminada la carta, de la que muchos ensayos quedaban arrugados en la papelera, salía uno a la calle en busca del buzón más cercano. Eso, si tenía sello, que a veces había que pasar por el estanco. Dejábamos caer el sobre por la rendija, casi con pena de dejarlo escapar, y volvíamos a casa sabiendo que nos aguardaban días de incertidumbre. Dos días, tres, a veces cuatro, esperando que en nuestro casillero apareciera ese inconfundible sobre cuadrado o rectangular, confirmación certera de que nuestra novia o amiga no nos había olvidado. ¿Se imaginan escribir cartas de amor vía email? En ese reino de lo instantáneo no debe ser necesario complicarse tanto la vida. Primer mensaje: "Te quiero". Respuesta inmediata: "Yo también". Más práctico, no lo niego, pero no tiene nada que ver.

Hasta se concertaban compromisos de matrimonio a través de las cartas. Eran las antiguas bodas por poderes, que establecían el sagrado vínculo entre un indiano que estaba en Venezuela, por ejemplo, y una señorita de la provincia de Lugo. Estas personas que no se habían encontrado nunca y solo se conocían por las fotografías, ¿habrían podido enamorarse a través de las cartas? Pues por qué no, si las cartas eran apasionadas. Trasladen esta situación a la actualidad: ¿es posible enamorarse por correo electrónico, o por Facebook, o por cualquier dispositivo de internet?

Tampoco hay que olvidar que muchas obras de arte de la literatura se escribieron en torno a una correspondencia. "Drácula", de Bram Stocker, sin ir más lejos, es una novela en parte epistolar. ¿Se podría escribir una novela basada en correos electrónicos? No lo sé, pero seguro que alguien ya lo ha intentado.


El compositor lituano Georgs Pelēcis y el ruso Vladimir Martynov deben echar de menos la comunicación epistolar, porque han compuesto a dúo una serie de piezas para piano con el título Correspondence. Esta obra consta de 14 movimientos o cartas musicales que se dirigen el uno al otro. Así el primer fragmento es: De Pelecis a Martynov. El segundo, DeMartynov a Pelecis, y así sucesivamente hasta completar 10 cartas. Los siguientes cuatro fragmentos son postscriptum. Es una música deliciosa, minimalista, que les recomiendo escuchar.