domingo, 28 de abril de 2024

Cosas de Bolaño


 

Roberto Bolaño tuvo una vida corta. Nació en Chile en 1953 y murió en Barcelona en 2003. Si "Los detectives salvajes" fue una novela reveladora, su obra póstuma, "2666" (2004) fue su consagración internacional.

 

He recogido aquí algunos fragmentos de este escritor:

 

"Escribir no es normal. Lo normal es leer y lo placentero es leer; incluso lo elegante es leer. Escribir es un ejercicio de masoquismo; leer a veces puede ser un ejercicio de sadismo, pero generalmente es una ocupación interesantísima".

 

"¿Entonces qué es una escritura de calidad? Pues lo que siempre ha sido: saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar al vacío, saber que la literatura básicamente es un oficio peligroso. Correr por el borde del precipicio: a un lado el abismo sin fondo y al otro lado las caras que uno quiere, las sonrientes caras que uno quiere, y los libros, y los amigos, y la comida"

 

“Lo brutal siempre es la muerte. Ahora y hace años y dentro de unos años: lo brutal siempre es la muerte.”

 

“Atiende esto, hijo mío: las bombas caían

sobre la Ciudad de México

pero nadie se daba cuenta.

El aire llevó el veneno a través

de las calles y las ventanas abiertas.

Tú acababas de comer y veías en la tele

los dibujos animados.

Yo leía en la habitación de al lado

cuando supe que íbamos a morir.

Pese al mareo y las náuseas me arrastré

hasta el comedor y te encontré en el suelo.

Nos abrazamos. Me preguntaste qué pasaba

y yo no dije que estábamos en el programa de la muerte

sino que íbamos a iniciar un viaje,

uno más, juntos, y que no tuvieras miedo.

Al marcharse, la muerte ni siquiera

nos cerró los ojos.

¿Qué somos?, me preguntaste una semana o un año después,

¿hormigas, abejas, cifras equivocadas

en la gran sopa podrida del azar?

Somos seres humanos, hijo mío, casi pájaros,

héroes públicos y secretos”.

 

 

“Ser atracador de bancos, por ejemplo. O director de cine. O gigoló. O ser niño otra vez y jugar en un equipo de fútbol más o menos apocalíptico. Desafortunadamente el niño crece, al atracador lo matan, el director se queda sin dinero y el gigoló enferma, y entonces ya no te queda más alternativa que escribir”.

 

"Follar es lo único que desean los que van a morir. Follar es lo único que desean los que están en las cárceles y en los hospitales. Los impotentes lo único que desean es follar. Los castrados lo único que desean es follar. Los heridos graves, los suicidas, los seguidores irredentos de Heidegger. Incluso Wittgenstein, que es el más grande filósofo del siglo xx, lo único que deseaba era follar. Hasta los muertos, leí en alguna parte, lo único que desean es follar. Es triste tener que admitirlo, pero es así".

 

 

“Leer es como pensar, como rezar, como hablar con un amigo, como exponer tus ideas, como escuchar las ideas de otros, como escuchar música, sí, sí, como contemplar un paisaje, como salir a dar un paseo por la playa”.

 

"Recuerdo una noche en la estación ferroviaria de Mérida. Mi amiga dormía dentro del saco y yo velaba con un cuchillo en el bolsillo de la chaqueta, sin ganas de leer. Bueno... Aparecieron frases, quiero decir, en ningún momento cerré los ojos ni me puse a pensar, sino que las frases literalmente aparecieron, como anuncios luminosos en medio de la sala de espera vacía. En el otro lado, en el suelo, dormía un vagabundo, y junto a mí dormía mi amiga y yo era el único despierto en toda la silenciosa y asquerosa estación de Mérida. Mi amiga respiraba tranquila bajo el saco de dormir rojo y eso me tranquilizaba. El vagabundo a veces roncaba, a veces hablaba en sueños, hacía días que no se afeitaba y usaba su chaqueta de almohada. Con la mano izquierda se cubría el pecho. Las frases aparecieron como noticias en un marcador electrónico. Letras blancas, no muy brillantes, en medio de la sala de espera. Los zapatos del vagabundo estaban puestos a la altura de su cabeza. Uno de los calcetines tenía la punta completamente agujereada. A veces mi amiga se movía. La puerta que daba a la calle era amarilla y la pintura presentaba en algunos lugares un aspecto desolador. Quiero decir muy tenue y al mismo tiempo completamente desolador. Pensé que el vagabundo podía ser un tipo violento. Frases. Cogí el cuchillo sin llegar a sacarlo del bolsillo y esperé la siguiente frase. A lo lejos escuché el silbato de un tren y el sonido del reloj de la estación. Estoy salvado, pensé, íbamos camino a Portugal y eso sucedió hace tiempo. Mi amiga respiró. El vagabundo me ofreció un poco de coñac de una botella que sacó de su hatillo. Hablamos unos minutos y luego nos callamos hasta que llegó el amanecer."

 

 

“(no me gusta) la unanimidad sacerdotal, clerical, de los comunistas. Siempre he sido de izquierda y no me iba a hacer de derechas porque no me gustaban los clérigos comunistas, entonces me hice trotskista. Lo que pasa que luego, cuando estuve entre los trotskistas, tampoco me gustaba la unanimidad clerical de los trotskistas, y terminé siendo anarquista [...]. Ya en España encontré muchos anarquistas y empecé a dejar de ser anarquista. La unanimidad me jode muchísimo".

 

“Déjenlo todo, nuevamente láncense a los caminos”.

lunes, 15 de abril de 2024

REFLEXIONES IRREFLEXIVAS III

Ayer soñé que volaba. No mucho, me elevaba en un pasillo sobre las cabezas de otras gentes y enseguida me posaba en el suelo. Lo hice dos o tres veces, pero nadie me miraba, no había asombro en las gentes. Aún persiste la sensación de ingravidez, de mantenerme en el aire sin esfuerzo. Ya despierto, acudí al doctor Jung para que analizara mi sueño. Puede que tenga usted una propensión a elevarse por encima de los demás, me dijo, o bien su alma deprimida por su insignificancia tiende a refugiarse en el techo. La gallina, dije para mis adentros, y me fui a tomar una cerveza después de pagarle una suma disparatada al sabio. Más tranquilo, pensé si volar no sería un anhelo incumplido de la humanidad y recordé todas las celebridades que se habían matado en un vuelo, lo cual me reconfortó bastante. De todas formas volar en uno de esos aviones gigantescos no es lo mismo, uno tiene la sensación de que no ha salido del cuarto de estar de su casa. La próxima vez que sueñe que estoy volando me arriesgaré a dar una vuelta por el planeta, como hacía Superman. Ya les contaré.


Vivimos un mundo de moléculas inestables. Somos un compuesto químico perjudicial para la salud, aunque la publicidad diga lo contrario y cante maravillas de nuestras moléculas. Formamos cadenas de aminoácidos contaminados por la deconstrucción, no tenemos proteínas asimilables y los edificios de ADN se tambalean. Hemos olvidado la manera de producir antitoxinas y las feromonas equivocadas nos hacen odiar los ribosomas de otros y  aún los propios. La inestabilidad molecular ha ido aumentando sin que nos apercibiéramos, y los virus malignos nos han colonizado sin remisión. Qué tiempos aquellos en los que los sulfatos combinaban sin problemas y nos miraban sonrientes; o cuando las cadenas hidrocarbonadas impartían felicidad. Pero ahora se han dormido los catalizadores y las moléculas vagan perdidas y asustadas.





Tiene el manto blanco con espigas doradas. En sus cicatrices puede leerse su pasado. Es fuerte y musculada a pesar de su cintura de avispa y corre como una centella, a veces ella sola, como si estuviera compitiendo en una carrera invisible. Se asusta con cualquier cosa y cuando hay tormenta tiembla como una hoja con el ruido de los truenos, y lo mismo si son los cohetes de una feria. Es un poco arisca, no confía en todas las personas, le gusta estar sola y pensar en sus cosas; o correr por el campo y descubrir huellas olvidadas. Pero cuando viene hacia ti al galope se diría que está sonriendo. Es mi perra y se llama Nala.


Siempre busqué las montañas azules, en un tiempo en que todo estaba por encontrar y había lugares seductores que veíamos en sueños o ensimismados en un libro de aventuras. Pensaba-y pienso- que en las montañas azules existían seres etéreos con forma de mujer que te acogían en sus besos y te arrullaban con el leve roce de sus pestañas. Allí se extendían praderas innumerables y corrían ríos tranquilos que reflejaban el volar de los pájaros y las nubes blancas del cielo. Ahora las montañas azules se han ido y con ellas han huido las hadas y los pájaros. ¿Dónde encontraremos ahora el azul de las montañas?

lunes, 8 de abril de 2024

REFLEXIONES IRREFLEXIVAS II


Solo puedo pensar en mi pasado. No puedo pensar en el tuyo, ni en el de aquel, ni en el de nadie. Los pasados son el silencio, lo que se amó o se perdió. O lo que aún se mantiene, pero ya como una rama cortada que amarillea y se queda sin hojas. Solo puedes pensar en tu pasado aunque solo sean escenas fugaces, soplos de vida, un dolor que no se olvida, un cuerpo que abrazaste, un instante de tristeza. Todas esas cosas que un día guardaste en un rincón de tu ser ahora son solo son fragmentos, relámpagos, caminos sin recorrer, días sin final, que de improviso surgen en tu memoria. Son tu pasado, eres tú en aquel tiempo remoto que se diluye entre las brumas del día que empieza.



En Granada hay una cueva donde hace 30.000 años vivió el segundo Homo Sapiens más antiguo de Europa. Parece una constante en nuestro modo de pensar, siempre pensamos quién fue el primero en casi todo: el primero en el deporte, el primero en el arte, o el primero en saltar una valla. Vivimos un mundo de primeros desde niños. Quién no hubiera querido ser el primero de la clase. Está muy bien ser el segundo, pero la gente se olvida enseguida de los segundos. Incluso ser último puede tener una resonancia parcial, pero nadie recuerda a los segundos. Es una injusticia porque al primero todo se le va en honores y agasajos, pero el que ha trabajado en serio ha sido el segundo. No habría primeros sin segundos y así nos va en casi todo. Ahora hemos encontrado en Granada un diente del segundo Homo Sapiens de Europa, pero seguro que se olvidará enseguida. He estado buscando dónde se encontró el primero y resulta ¡que fue en Cataluña y se encontró una mandíbula completa! Seguro que ya es un motivo independentista más que añadir a la lista.

En estas circunstancias lo tiene mal el Homo Sapiens de Granada que solo tiene un diente. No se puede ser segundo.




Pues no, la poesía no es de un día, la poesía se esparce por el tiempo como una lluvia lenta. La poesía no es escribir algo que parezca un poema: la poesía es un espacio inalcanzable entre la literatura y la música.

 

Por qué importan los árboles? Y los caminos, ¿adónde llevan los caminos? Y el agua, ¿por qué es dulce en los arroyos? ¿De dónde viene el agua? ¿Y el viento? Las calles estrechas donde suspiran las casas. Un sillón, donde pienso lo que pienso. ¿No es absurdo decir me gusta la vida o no me gusta la vida? La vida no es para gustar, es para seguir. ¿Solo se vive una vez? Falso, cada minuto, cada segundo se vive una vida, infinitos instantes de vida. ¿Y la música? ¿Por qué se vuelve recuerdo? ¿Se piensa la música o solo estremece? ¿Y qué es la belleza? ¿Es bello caminar? ¿Y pensar? Se ha callado el paisaje y los mirlos están en sus nidos.


Foto: Edouard Bouvat

Jugábamos con espadas cuando las espadas ya habían caído en desuso, nos matábamos con inocencia sin dejar de reír, hacíamos las espadas con un palo o una tabla y encarnábamos héroes, como los que en el cine interpretaban Douglas Fairbanks o Erroll Flynn, o personificábamos los corsarios de Emilio Salgari o los aventureros de Jack London. Nos batíamos con torpeza entrechocando las maderas, en las calles vacías de coches o en azoteas aisladas que escogíamos como refugio. Otras veces el combate era con pistolas cuya detonación simulábamos con la voz y eran luchas interminables, luchas felices, que solo terminaban con el cansancio o, más a menudo, con la voz de las madres invocando deberes o comidas. Y dormíamos como duermen los héroes, cansados y soñando con la próxima contienda.