viernes, 15 de agosto de 2014

Luna de Agosto


Insanidad Pública


Ahora resulta que mantener en España una Sanidad Pública de calidad no es posible y, según algunos economistas, nunca lo fue, incluso en los años de esplendor previos a la crisis. Ahora nos enteramos también de que, en el futuro, sostener el Sistema Público sin dinero privado será inviable, porque hasta ahora el Sistema no solo se ha financiado con los impuestos que pagamos usted y yo, sino de impuestos y deuda. Y no es que este criterio sea patrimonio de la derecha, sino que, según los expertos, un futuro gobierno socialdemócrata tendría que aceptar los mismos postulados. También pasarían por el aro los Izquierdistas Unitarios o los Poderosos de Iglesias, en el caso improbable de que llegaran a gobernar. De no hacerlo así unos y otros, la actual Sanidad Pública degeneraría en poco tiempo en la antigua Beneficencia General del Estado. O sea, en la Medicina para pobres de comienzos del siglo XX.

Quien esto escribe, que ha vivido desde dentro el ascenso y declive de nuestra Sanidad Pública, le gustaría decir un par de cosas a esos esotéricos economistas que cada día ofrecen una solución diferente para sanear la economía. Antes de nada, un poco de historia. Puede decirse, salvo error u omisión, que el germen de la Sanidad Pública nace con la Ley de Coordinación Sanitaria promulgada en 1934 por la República. Y miren lo que son las cosas, los vencedores de la Guerra Civil respetaron esta ley y desarrollaron sus competencias en la Ley de Bases de 1944. Nació así la Seguridad Social y hacia 1965 se inició en España la construcción de grandes hospitales y se instauró el sistema de Médicos Internos y Residentes y la vinculación de estos centros sanitarios a la Universidad. Alcanzó la Medicina Pública tal esplendor en esos años, que los mandamases y gerifaltes del régimen se operaban o curaban sus males en los hospitales públicos, en la cama o habitación contigua a la del más humilde obrero. Yo no sé cómo se financiaba entonces la Sanidad, pero sí sé que fue una gran obra social, muy costosa tal vez, pero con seguridad más rentable que construir aeropuertos sin aviones o autopistas de peaje vacías. Uno no quiere colgarse medallas, pero durante unos años en este país se respiró un aire social que mantuvo una Medicina Pública de alto nivel, un periodo en el que médicos extranjeros venían a aprender a España.

Un día llegó la democracia, y todos los demócratas españoles, que eran muchísimos a pesar de que hasta entonces no habían hecho acto de presencia, dijeron: ¡qué alivio, llegó la libertad! Y los que trabajábamos en la Sanidad Pública dijimos: si con los fascistas esto iba bien, con los socialistas ni te cuento. Grave decepción. Los sucesivos y democráticos gobiernos, fueran socialistas, centristas o derechistas, multiplicaron la burocracia y restringieron los presupuestos sanitarios. Pero sobre todo cometieron un terrible error: transferir las competencias sanitarias a las Comunidades Autónomas.

Miren, planificar la Sanidad de un país no es fácil, pero en principio es una cuestión estadística. Por ejemplo: primero se determina cuántos trasplantes de corazón por número de habitantes es necesario realizar en un año. Después se calcula cuántas intervenciones anuales debe realizar un equipo quirúrgico para que sus miembros adquieran la máxima destreza y el gasto sea proporcionado. Con estos datos es fácil determinar el número exacto de centros de trasplante cardíaco que necesita un país en un momento dado. ¿Han tenido en cuenta estos sencillos cálculos nuestros sucesivos ministros de Sanidad? No. Cada consejero de Sanidad de su respectiva autonomía ha dicho que no va ser menos que el de al lado. Si ese trasplanta, yo también. Conclusión: se han cuadruplicado o quintuplicado los centros dedicados a lo mismo, con un aumento desmesurado del gasto público y, lo que es peor, centros que operan la quinta parte de lo que deberían operar. La Sanidad no debió transferirse NUNCA, como no se transfirió la moneda o el ejército; o al menos haberlo hecho de forma sensata.


De manera que no nos vengan ahora con milongas los economistas dictaminando que aquella Sanidad Pública de alto nivel es irrepetible. Antes de recurrir al capital privado, que como es lógico quiere hacer negocio, nuestros políticos deberían resolver el despilfarro sanitario de las Autonomías y estructurar una ÚNICA Sanidad Pública para todo el Estado español. Esto les restará votos, pero conseguirán dos cosas: profesionales mejor formados y una Medicina Pública menos costosa y más eficaz. De no hacerse así, los ministros franquistas (que no necesitaban ser demagogos porque en una dictadura no se discute lo que ordena un ministro) seguirán siendo un ejemplo, por vergonzoso que resulte, para los insolventes gobernantes que nos ha tocado padecer.