martes, 11 de febrero de 2014

Amanecer


Una tradición

"Lo importante es que hablen de ti, aunque sea mal", dice un viejo aforismo. Yo creo que el ministro Wert ha sido fiel a esta recomendación desde que subió al púlpito. Oigan,  no es fácil ser el ministro peor valorado en todas las encuestas del CIS. Fíjense que  incluso le gana por la mano a Gallardón, el ministro Harakiri. En reñida competición, eso sí. Está claro que si Wert hubiera asistido a la gala de los Goya no hubiera cosechado el alud de comentarios, en directo y en diferido, que ha suscitado su ausencia. Hombre, el que los comentarios sean desfavorables yo creo que le da un poco lo mismo, porque es un todo  terreno y ya está hecho a todo. Ya me dirán, después de la que montado en Cultura y Educación, lo de los Goya es una filfa. Hasta es posible que haya echado de menos las ironías y los abucheos consustanciales con la gala. Y es que desde el "No a la Guerra" de 2003 (que si no me equivoco le tocó a la ministra Pilar del Castillo), hablarle de los Goya a un ministro de Cultura es como mentarle a la bicha. Pero ya digo, este hombre es inasequible al desaliento y el año próximo conseguirá ser ubicuo, o sea estar en dos sitios a la vez.

En España tenemos una tradición muy consolidada de ministros extravagantes, fuente inagotable de rechifla popular. Empezando por aquel ministro franquista de Educación, don Julio Rodríguez, que quiso implantar una demencial reforma del calendario escolar, el llamado Calendario Juliano. Recuerden también al esforzado ministro de Asuntos Exteriores, don Fernando Moran, que acaparó todos los chistes del momento, y a la ministra de Igualdad, doña Bibiana Aido, y su famosa perla "miembros y miembras". Sin olvidar a doña Esperanza Aguirre, que hoy mismo ha dicho justificando a Wert que "los actores no son lo más importante de su cartera", ella, que cuando fue ministra de Cultura no sabía que "Airbag" era una película española.


Todos estos singulares personajes quizá cumplen con las labores asignadas antaño a los bufones de la corte, dicho sea con todo respeto a tan importantes personajes inmortalizados por grandes pintores. Lastima que el desfase cronológico impida que Velazquez haya podido añadir a su esplendida colección los bufones actuales.