lunes, 18 de julio de 2016

Giuseppe di Stefano: la voz solar.



La voz de Giuseppe Di Stefano (1921-2008) interpretando canciones napolitanas es un recuerdo imborrable de mi infancia. Fue uno de los primeros discos microsurco (un LP de La Voz de su Amo) que entraron en mi casa cuando mi padre compró una
radiogramola Philips, un mueble de estilo años 50 que fue muy admirado. El disco, una grabación mono por supuesto, tenía la etiqueta roja típica de HMV, otra imagen grabada en mi memoria. (Como en Internet se encuentra todo, les dejo una posible imagen del disco). Ahora tengo un cd con igual contenido, pero la digitalización es tan mala que es mejor no oírlo. La información que proporcionaba el disco original era muy escasa, solo decía que el tenor cantaba acompañado de una innominada pero estupenda orquesta dirigida por Dino Oliveri. (¡Aquellos violines elegíacos en 'O sole mio!) Yo entonces no sabía nada de música clásica ni de ópera, ni de voces ni de cantantes.  Pero la voz abierta, luminosa, vital de Giuseppe Di Stefano y la belleza intrínseca de las canciones napolitanas, crearon en mí un poderoso impacto emocional que me hacía escuchar aquella música una y otra vez. 

En el siguiente vídeo pueden escuchar a Giuseppe Di Stefano cantando "Santa Lucia luntana". No es de las napolitanas más conocidas, pero en ella se puede escuchar el hermosísimo diminuendo que ejecutaba el cantante. La grabación que ofrece You Tube es, milagrosamente, la misma que me emocionó en mi infancia. 




Lo mismo que ocurre con esos libros míticos que uno lee en la adolescencia sin conciencia crítica y los consagra para siempre, todas las versiones de canciones napolitanas que he escuchado a lo largo de mi vida, interpretadas algunas por espléndidos cantantes, siempre me han parecido inferiores emocionalmente a las de aquel disco seminal de Di Stefano.

La canción napolitana no es diferente en esencia a la música folklórica de cualquier lugar, ni se necesitan voces excepcionales para cantarla. Su incorporación a la lírica ocurrió cuando el famoso tenor napolitano Enrico Caruso empezó a utilizar estas canciones como encore en sus recitales operísticos. Desde entonces la mayoría de los tenores, imitando a Caruso,  suelen incluir esta música en sus conciertos y grabaciones, lo que le ha conferido un rango semioperístico.

El siguiente vídeo, de 1944, es posiblemente la primera grabación de Di Stefano, en la que interpreta Una furtiva lagrima con una voz fresca y juvenil. Los crujidos y ruidos parásitos de la grabación, propios de los discos de 78 rpm, le dan una agradable atmósfera vintage. 




Dijeron sus detractores que Giuseppe Di Stefano cantaba con la voce aperta en el registro agudo , lo que afeaba el sonido y perjudicaba la voz del cantante; sin embargo el siciliano llenaba los teatros y entusiasmaba a multitudes. Dijeron los musicólogos que la dinámica de su canto no era fruto del análisis musical sino a menudo un ejercicio de hedonismo y seducción; pero nadie echaba en falta esos requisitos técnicos ante la cautivadora sensualidad de su voz. Dijeron los críticos que perjudicó y acortó la vida de su voz cuando incorporó el verismo a su repertorio; pero su inigualable fraseo y la belleza de su "timbre luciferino" (Celletti) le mantuvieron en el escenario durante treinta años. 

Di Stefano debutó en el Met con la ópera Fausto, de Gounod. En el aria Salut! demeure chaste et pure atacó en forte el do de pecho (do5) y luego atenuó la voz hasta un pianissimo sobrenatural. Sir Rudolf Bing dijo en sus memorias que fue el más bello sonido emitido por una garganta humana que había oído en sus muchos años como manager general del Metropolitan Opera House. 

El segundo vídeo es de 1950 y proviene de un recital en la Ópera de San Francisco. Giuseppe canta el aria de Fausto que fascinó a Rudolf Bing en el Met y ejecuta-suponemos- un diminuendo similar. Si el aria les resulta un poco larga, vayan directamente al minuto 4, 45.




Sin embargo el director de orquesta Leone Magiera dejó dicho que la voz de Di Stefano era imperfecta porque, en contra de la técnica ortodoxa, cantaba demasiado abierto por encima del passaggio.
No podemos evitarlo, nos encanta erigirnos en jueces y decirle a la gente cómo tiene que hacer lo que hace. Lo hacemos todos, pero de un modo más profesional y dogmático lo hacen los críticos, verdaderos expertos en decirle a los artistas cómo deben ejercer su talento. 

Antes yo compraba y leía con fruición las publicaciones mensuales dedicadas a la música clásica, sobre todo las revistas Ritmo y Scherzo, que incluían una amplia sección de crítica discográfica. Aún lo hago de vez en cuando. Estas dos revistas tenían en algunos temas criterios discrepantes que siempre me sorprendieron. Por ejemplo, ninguna ponía en duda que Daniel Barenboim era un pianista genial, pero en su faceta como director de orquesta Scherzo oponía reparos; por el contrario para Ritmo el argentino era excelso en ambos cometidos. Curiosamente ambas revistas coincidían en calificar el estilo del famoso director Herbert von Karajan como  ampuloso, manierista y superficial; no obstante reconocían que la referencia discográfica insuperable de la ópera La Bohéme era la firmada por este director.

Uno podría preguntarse si en la música -o en la vida en general- es preferible no desbordar lo establecido y ajustarse a una supuesta perfección, o por el contrario dar rienda suelta a la inspiración, a esa vibrante espontaneidad que nos arrebata aunque esté llena de defectos. 

Giuseppe Di Stefano - Pippo, como le llamaban sus amigos- fue "el tenor de la Callas", es decir que María Callas y Giuseppe, formaron pareja artística en infinidad de ocasiones y grabaron juntos la mayor parte de los discos de EMI. Además fueron grandes amigos.

Giuseppe di Stefano, Aldo Protti  y María Callas en "Un ballo in maschera", de Giuseppe Verdi.




En 1975 un jovencísimo Josep Carreras visitó a Giuseppe Di Stefano con motivo de su debut en La Scala de Milan con la ópera de Verdi Un ballo in maschera. Carreras le confesó su preocupación, ya que había una nota que no conseguía emitir de la manera adecuada. Di Stefano meditó un momento y luego sonrió: "No tienes que preocuparte. ¿Sabes por qué? Porque esa nota nunca sale bien". El viejo maestro no quiso darle un frío consejo técnico al joven discípulo. Prefirió infundirle confianza y dejar que fluyera libremente su espontaneidad.