miércoles, 19 de octubre de 2016

Ida y Maurice


Maurice Ravel, 1925.
En 1928 Maurice Ravel acaba de regresar de una gira triunfal de conciertos por Estados Unidos y Canadá. Es ya un músico famoso. Muerto Debussy, nadie puede disputarle la primacía de la música francesa y sus composiciones son aplaudidas en toda Europa. Aquel año fue enormemente fructífero para la música europea: Bela Bartok había compuesto su cuarteto nº 4, Nielsen terminaba su Concierto para clarinete y Prokofiev su 3ª Sinfonía. 

Poco antes de partir hacia las Américas la bailarina rusa Ida Rubinstein le encarga un ballet de carácter español, para ser representado por su propia compañía, "Les Ballets de Ida Rubinstein". A Ravel le entusiasma la idea. Había compuesto en 1919 "La valse", un ballet que no gustó demasiado, y su último éxito en este género se remontaba a 1912 con "Ma Mère l'Oye". Competiría, además, con el último ballet de Stravinsky, "Apollon musagète", que se representaba con éxito en Paris bajo la dirección escénica de Diàghilev. 

Al volver del viaje, Ida Rubinstein le recuerda su compromiso y
Ida Rubinstein, 1922
apremia al compositor, pero Ravel tiene múltiples compromisos y opta por una solución rápida: orquestará seis piezas de la suite para piano "Iberia", de Isaac Albéniz,  y la composición se llamará "Fandango". Cuando ya ha empezado el trabajo, Ravel es advertido por su amigo Joaquín Nin de que los derechos de orquestación de "Iberia" están cedidos en exclusiva a otro compositor español, Enrique Fernández Arbós, un discípulo de Albéniz. El músico se desespera: "¿Quién es este Arbós? ¿Qué voy a decirle a Ida? ¡Se pondrá furiosa!" Al tener noticia  Arbós del conflicto propone al francés renunciar a sus derechos sobre "Iberia", pero Ravel se siente desilusionado y piensa en abandonar el proyecto.


¿Pero quién es Ida Rubinstein? La bailarina, que tiene 42 años cuando le hace el encargo a Ravel, había nacido en Kharkov, en el seno de una familia judía bien acomodada, pero queda huérfana muy pronto y es educada por una tía en San Petersburgo. Al parecer a Ida le gusta más el teatro que el baile, y quizá debido a ello su formación en la danza nunca llega a ser demasiado perfecta. No obstante, bajo la supervisión de Michel Fokine, debuta en una representación privada de "Salomé", de Oscar Wilde y música de Glazunov, en la que Ida se desnuda por completo en la Danza de los siete velos.

Ida Rubinstein, Pintada por Valentín Serov (1910)

Después se va a París y comienza su carrera como actriz, sin tener demasiados escrúpulos por los teatros donde actua ni por los papeles que le ofrecen. De manera inevitable, llegan a oídos de su conservadora familia noticias sobre los descocados atuendos que luce su pupila en escena. Horrorizados y temiendo que caiga en la prostitución, dan órdenes a su cuñado, un médico parisino llamado Lewinsohn, para que la declare loca y la ingrese en un manicomio. La estancia es breve, ya que su honorable familia considera también un escándalo que Ida esté recluida en tan deshonrosa institución y la reclama a San Petersburgo. Una vez allí, le asignan una severa institutriz, que la vigila día y noche para que su conducta sea la adecuada para una joven soltera de su elevada clase social. Pero Ida añora París, y para liberarse del yugo familiar y poder controlar su herencia, acepta casarse con su primo hermano Vladimir Gorvits, que está locamente enamorado de ella. 

No sabemos cuánto dura el matrimonio, pero pronto está de regreso en París, donde Sergei Diaghilev la contrata para sus Ballets Rusos como protagonista para Cleopatra y Scherezade, actuando con Nijinsky en el último ballet. Ida Rubinstein nunca fue una bailarina excepcional, pero suple sus carencias con la fuerza y la expresividad que tiene como actriz, y consigue éxitos memorables. En 1911 inicia una relación sentimental con la pintora Romaine Brooks, una amiga del escritor italiano Gabriele D'Annunzio, que pinta innumerables retratos de Ida, y su cuerpo desnudo sirve de modelo para su cuadro "Venus triste". 

"Venus triste". Romaine Brooks

En 1911 Ida Rubinstein actúa en "Le Martyre de Saint Sebastien", con un libreto de Gabriele D'Annunzio y música de Claude Debussy. Es un triunfo absoluto, tanto por el modernismo del montaje como por el escándalo que provoca. El arzobispo de París pide a los católicos que no acudan a este espectáculo, debido a que San Sebastián está interpretado por una mujer y, además, judía.

Pero volvamos a Ravel. Desilusionado por no poder complacer a Ida Rubinstein, Ravel se toma unas cortas vacaciones en su ciudad natal, Ciboure, en el País Vasco Francés, junto a su amigo el compositor Gustave Samazeuilh. Una mañana Samazeuilh encuentra a Ravel sentado al piano, todavía en pijama, con los ojos brillando de excitación: "Madame Rubinstein me pide un ballet. ¿No encuentra usted que este tema tiene insistencia? Voy a intentar repetirlo un buen número de veces, sin ningún desarrollo, graduándolo solo con la orquesta. De manera que esto resultará como "La Madelon". Así nace "Boléro", la composición más famosa de Maurice Ravel. 

Es un movimiento orquestal, inspirado en una danza andaluza, que se caracteriza por un ritmo y un tempo invariables, con una melodía obsesiva —un ostinato— en do mayor, repetida una y otra vez sin ninguna modificación salvo un crescendo de los efectos orquestales y una coda final estruendosa.

A Madame Rubinstein le agrada el trabajo de Ravel y "Boléro" se estrena el 22 de noviembre de 1928 en París, en la Ópera Garnier, bajo la dirección de Walther Straram, con una coreografía de Bronislava Nijinska y con decorados de Alexandre Benois. 
Ravel había imaginado que el ballet fuera montado en un espacio exterior, con una fábrica al fondo, probablemente inspirado en la Carmen de Bizet. Sin embargo, el montaje de Alexandre Benois situa la acción en un oscuro café de Barcelona, solo iluminado por una lámpara, donde una bailarina comienza a bailar sobre una gran mesa mientras una veintena de hombres permanecen sentados, jugando a las cartas en sus propias mesas, en una coreografía sensual que fue un escándalo. René Chalupt lo describió así: "En el centro de una amplia mesa una mujer danzaba, mientras que alrededor se apretaban, cada vez más numerosos, hombres a quienes la visión inflamaba de deseo". El éxito fue enorme y desde entonces no ha dejado de interpretarse con diversas coreografías.
Maurice Ravel con Ida Rubinstein y el elenco de Boléro. Viena 1929.

"Boléro" (o "El bolero de Ravel", como comúnmente se conoce), en su versión de concierto ha llegado a ser una de las obras musicales más interpretadas y grabadas de la historia. Su música repetitiva no fue completamente entendida al principio. Durante su estreno en concierto, una señora del público comenzó a gritar: "Au fou! Au fou!" (¡Al loco! ¡Al loco!). Comentando la anécdota, Ravel dijo: "Esa dama lo ha entendido". En el año 1993 permanecía en el primer lugar de la clasificación mundial de derechos de autor de la Société des auteurs, compositeurs et éditeurs de musique.

Entre los cientos de grabaciones del Bolero, he escogido la de Gustavo Dudamel, que se ajusta al tempo ideado por el compositor.