sábado, 24 de mayo de 2014

Bodegón con libro


El voto inútil

La perfecta democracia es una utopía comparable a la irreal Arcadia. Ni siquiera en Atenas hubo una democracia ejemplar, ya que ni las mujeres ni los esclavos tenían derecho al voto. Lo que ahora llamamos democracia es, en apariencia, un sistema de gobierno mejor que otros (Churchill dixit), pero en modo alguno es el gobierno del pueblo. La democracia es el estandarte que exhiben los líderes como antídoto del poder absoluto. Es una falacia. El poder no muere en realidad, solo se transforma, se hace más asequible, más asimilable por el ciudadano. El poder absoluto siempre se ha mostrado a cara descubierta, no oculta su absolutismo; los tiranos son tan sinceros como los asesinos a sueldo. Los grandes líderes que en la actualidad se autodenominan demócratas son en el fondo tiranuelos  disfrazados con anhelos absolutistas. Pero estos políticos tampoco ostentan el poder, son solo marionetas-bien pagadas, eso sí- de las oligarquías financieras, el poder oculto, que, en realidad, ahora ya no es oculto. La democracia -esta democracia- es un entretejido de eslabones confusos destinado a engatusar al pueblo, una pantomima de libertad representada por el voto inútil.

La posibilidad de cambiar las cosas mediante el voto -el fundamento de la democracia- es ilusorio y solo es eficaz en los movimientos asamblearios o en pequeñas comunidades. Es posible derrocar electoralmente a un partido, pero solo para sustituirlo por otro similar, tan dependiente del capital como el anterior. La sublimación del poder económico ha hecho inútiles las grandes guerras como procedimiento de conquista territorial. Es posible que la última guerra de invasión geográfica sea la que enfrenta a Palestinos e Israelíes. Ahora ya no es necesario invadir físicamente un país para someterlo: basta con destruir o esclavizar su economía. En cuanto a los enfrentamientos étnicos o religiosos basta con cruzarse de brazos y dejar que los contendientes se exterminen entre sí. Cito a Shlomo Ben Ami: "A diferencia de las democracias, las dictaduras están más equipadas para dar cabida a la diversidad étnica y religiosa. Como vimos en Yugoslavia y estamos viendo ahora en las rebeliones de la primavera árabe, una sociedad multiétnica o multirreligiosa y un régimen autoritario pueden ser una receta para la implosión estatal". Puede ser, pero al final, lo que estaba atado y bien atado estalla en un desorden incontrolable.

La democracia actual es hedionda, pero no reivindico la dictadura. Hay personas que no votan por indignación, otras por despecho o por desidia. Yo no voy a votar porque pienso que mi voto es inútil. Solo una abstención masiva en todos los eventos electorales podría inquietar al poder. Y aún así tengo mis dudas.


PS: Personas inteligentes de mi entorno creen que hay que votar a partidos minoritarios, ya que la abstención favorece a los grandes. No estoy convencido. Quizá el mundo ha cambiado y hemos entrado en una nueva era; pero sabemos por la Historia que los grandes cambios originan grandes convulsiones y quizá se necesite ahora una gran convulsión para que el mundo en que vivimos sea más justo.

PS 2 (25/5/2014): No he votado, pero mi mujer quiso votar a un partido minoritario y en su colegio electoral no había papeletas de ese partido. Protestó, como ella sabe hacerlo, lo denunció a la Junta Electoral, revolucionó las mesas e increpó a los delegados. Al final, montar el pollo sirvió de algo: las papeletas aparecieron en una caja olvidada (o escondida) y pudo ejercer su derecho al voto.
Sin comentarios.