martes, 11 de agosto de 2015

El color de la música

Paul Cézanne. Desnudos en un paisaje, Barnes Foundation, Filadelfia, 1900-05
La atonalidad supone un cambio radical en la estructura de la música, una ruptura con los cánones vigentes a lo largo de siglos. Es un cambio que se asemeja a los ocurridos en la pintura, y si fuera preciso establecer una comparación, identificaríamos la música atonal con el arte abstracto. Hasta finales del siglo XIX las obras musicales se estructuraban sobre una tonalidad que se definía en el comienzo de la composición y, de forma general, coincidía con el acorde final. En el desarrollo de la pieza estaba permitido hacer variaciones sobre los acordes básicos, o bien modular la línea melódica hacia otras tonalidades, siempre que en la terminación se volviera al redil, es decir, a la tonalidad inicial.

Suele decirse que, en la música tonal, el oyente puede adivinar con unos compases de anticipación cuál será la nota final. Esto no es totalmente cierto, porque desde los tiempos de Mozart y Beethoven, los compositores han querido romper las reglas, aunque lo hicieran de manera subrepticia para no asustar al público. En el primer movimiento, Allegro con brío, de la Tercera Sinfonía de Beethoven, hay un pasaje en el que las trompetas parecen entrar a destiempo. Cuando se estrenó en París, en 1828, el director de La Sociedad de Conciertos, que estaba sentado al lado de Beethoven, al llegar ese pasaje comentó: "¡Ese trompeta! ¿Es que no sabe contar?". El compositor se volvió a mirarle con furia y exclamó: "¡Imbécil, es así!"

Se suele citar a Arnold Schoenberg (1874-1951) como el compositor que abrió la puerta de la atonalidad, y con él Alban Berg, Anton Webern y los músicos de la Segunda Escuela de Viena. Pero la atonalidad no hubiera surgido si el mundo no hubiera escuchado antes la música de Claude Debussy (1862-1918). Por primera vez la música no depende de la estructura tonal, sino de matices expresivos: los acordes ya no están encadenados, no existe lógica cartesiana en las transiciones; los acordes tienen sentido por sí mismos, y ese sentido es rítmico y colorista; Debussy usa los acordes por su sonido y su color, no por su función tonal. Todavía joven, escribe: " El estudio de la armonía tal y como se enseña en las escuelas, es la manera más solemnemente ridícula de ensamblar los sonidos".

Puede decirse que Debussy inventa el color en la música como Cézanne lo hace en la pintura.

Hay un paralelismo entre el pintor y el músico: ambos artistas buscan una forma nueva de expresar los sentimientos. "Hay que volver a ser clásico a través de la naturaleza, es decir, a través de la sensación", dice Cézanne. Pero ese retorno a lo clásico será a partir de la experiencia personal. "Pintar al natural no supone copiar el objetivo, sino llevar al lienzo nuestras propias sensaciones". Las figuras que pinta Cézanne se integran sin dificultad en la naturaleza, y los volúmenes están resaltados gracias al color, con su característica pincelada rápida que configura la anatomía de cada figura.




Paul Cézanne. Estudio de bañistas, colección particular, 1902 c.

De igual modo, la música de Debussy se inspira en la naturaleza, en el mar, en el sonido del aire, en el color del amanecer o en los azules pálidos de un claro de luna. " No existe una teoría. Sólo tienes que escuchar. El placer es la ley. Me gusta la música con pasión. Y porque me gusta trato de liberarla de las tradiciones estériles que la ahogan. Es un arte libre que brota - un arte al aire libre, sin límites, como los elementos, el viento, el cielo, el mar", nos dice el compositor. Y para ello transforma los modos, los inventa si es preciso, como en la obra Syrinx para solo de flauta, o en el preludio de La Cathédrale Engloutie , claro ejemplo de los diferentes timbres y sensaciones que pueden escucharse en una misma obra. "Le discours musical de Debussy donne globalement l'impression d'être à la fois logique et imprévisible", dijo un crítico musical de su tiempo. Y es cierto, porque su música brumosa evoca cantos lejanos y ecos, y es cambiante e impredecible.

Estos artistas rejuvenecieron la música y la pintura, y frente a la incomprensión que sufrieron por parte de sus contemporáneos, hubieran podido gritar como Beethoven: "¡Imbéciles, es así!"




9 comentarios:

  1. Geometría de la pasión. Cézanne, hijo de Piero y padre –no exageran al decirlo- de la pintura moderna. Fíjate: los cuerpos humanos, los árboles, el cielo, son lo mismo, alienta en ellos la misma vida, respiran el mismo aire, están hechos de la misma materia. Cézanne siente físicamente los lugares, sus cuadros se tocan, aunque sea solo con los ojos: quizás por el color, quizás por los volúmenes, quizás por esa comunión de las formas con la naturaleza. Cézanne es un pintor al aire libre, como dice Debussy de su música. Incluso un bodegón se resuelve como paisaje, se convierte en un lugar habitable.

    Me entusiasma esta entrada. Me entusiasmaría aun sin Cézanne, pero con él… Amo tanto a ese pintor que, por eso, aún no he escrito sobre él en mi blog, porque, si lo hiciese, más que la entrada de un blog sería una larga y entusiasta declaración de amor a un pintor, a sus cuadros, a su forma de vivir el arte y de crearlo.

    Más música, por favor, Manuel, más música y pintura, más colores de la música.

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  2. Carmen, lo que has escrito debería ser parte de una entrada de tu blog, y no un comentario en el mío. De cualquier modo, gracias, porque tu sabiduría completa y mejora lo que yo he he escrito.

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  3. Muy interesante el artículo sobre la música de Debussy y el paralelismo que estableces con la pintura de Cézanne.
    Hace unos años se representó en el Teatro Real de Madrid el Saint François d'Assise de Olivier Messiaen, alumno de Paul Dukas, y que recoge esa música atonal de Schoenberg. Lo interesante de este compositor es que padecía sinestesia, y por lo tanto podía ver literalmente el color de las notas y de los acordes, o como reza el título de tu artículo, el color de la música. Ha sido empezar a leer tu artículo e inmediatamente empecé a recordar el revoloteo de los pájaros cuyo sonido trató de transcribir este curioso compositor y ornitólogo.

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  4. Muy interesante tu comentario, Álvaro. Conocía a Messiaen, por supuesto, pero no sabía lo de su sinestesia. Su obra más emocionante es el "Cuarteto para el fin de los tiempos", que escribió estando preso en un campo de concentración nazi. Te gustará.

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  5. Cuando tenía 15 años decidi que el ...preludio para la siesta.....sería mi música favorita para toda la vida.....hoy a los 67....lo sigue siendo ......

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  6. Es una música emocionante, Victoria. No solo es que la música cambie a partir de esta composición, sino que con los años no ha perdido su belleza.

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  7. Decía ayer, propiamente, antes de ahogarme en el error, que caminábamos por un sendero que no había sido hollado en tiempo. Arrancábamos maleza y avanzábamos a paso lento. Pero avanzábamos, y al fin nos adentrábamos en el bosque sombrío. Olía a humedad. El silencio de los árboles nos inquietaba. Más aún cuando no esperábamos el crujido de la rama, ni el aleteo del ave. Si ave era. Y llegábamos al claro, donde un enorme cuadro de Cézanne iluminaba más que el sol. Y tocábamos el lienzo, porque allí se podía,y nos balanceábamos en su atonalidad. Conforme nos adentrábamos en el cuadro, admirábamos el colorido de Debussy y sus líneas inesperadas. Una madre las llamaría desaliñadas. Entonces llegó un músico, de esos de cuerda, e interpretó mal nuestros gestos atónitos. Nos llamó con todos los nombres de la ignorancia y del desprecio. "¡Qué es así!", gritaba con furia. No nos miraba bien. Pero seguíamos sin encontrar el tono del lienzo y percibimos, por primera vez, los colores de Debussy.
    Por eso me ha gustado tu entrada.
    Lo de ayer era otra cosa, pero no estaba muy lejos.

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  8. Gracias por tu comentario. Me gusta la recreación poética que haces.

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