sábado, 18 de abril de 2015

Un músico libre

Natalia Goncharova- Los pescadores



Es muy injusto que en la música -no tanto en otras artes- exista lo que los expertos denominan repertorio, un conjunto de obras integrado por sinfonías y conciertos de Beethoven, Mozart, Tchaikovski y algunos otros, y que sea esta música la que siempre se toca en los auditorios y la única que conoce el gran público. Esto pasa en todos los países, aunque más en España, donde la educación musical ha sido pésima desde la noche de los tiempos, y lo seguirá siendo mientras la música dependa de individuos de sensibilidad granítica como el señor Wert, al que verá usted muchas veces en el futbol y pocas en un concierto, a no ser que se interprete la Novena Sinfonía de Beethoven, caso en el que puede que asista para poder comentar después de que se ha emocionado con La Oda a la Alegría. Me gustaría preguntarle a ese ministro brutal si conoce, por ejemplo, la música de Louise Farrenc (1804-1875), una extraordinaria compositora y pianista que tuvo la mala suerte de ser coetánea de Schumann, razón por la que su música se perdió en el olvido. 


Desde luego Shostakovich no es un compositor desconocido, algunas de sus sinfonías se incluyen en el repertorio, pero con todo su música no es para todos los paladares. Al gran público le ha costado asimilar su modernidad y aún tiene muchos detractores. Por lo que a mí respecta, desde el primer momento me compenetré con su música, y no porque me pareciera entonces mejor que otros, sino porque percibí ese algo intangible que vibra, que nos conmueve al escuchar (o mirar, o leer, o tocar) y que constituye la más íntima percepción del arte. Desde un ángulo menos emocional puedo decir, a día de hoy, que Shostakovich me parece el compositor más completo del siglo XX. Además su vida está revestida de leyenda y manipulada por intereses políticos: desde los que lo califican de víctima del estalinismo, hasta los que lo acusan de bolchevique convencido. De igual modo se han atribuido a sus sinfonías oportunistas contenidos morales o patrióticos, no siempre sancionados por el creador.


Soy de la opinión que Shostakovich hizo lo que le dio la gana. Compuso la música que quiso componer. Si le censuraban una composición, aceptaba la censura y escribía algo patriótico; cuando recuperaba el favor del Kremlin volvía a componer con libertad. Esto en lo que se refiere a sinfonías y óperas, porque cuando hizo música de cámara nadie le perturbó. Prueba de ello son sus cuartetos, la obra más importante en este género después de los Cuartetos de Beethoven, en opinión de muchos musicólogos. Y es que la música de cámara es demasiado intimista para los conductores de masas, que solo disfrutan con la grandiosidad orquestal, como le pasaba a Hitler con Wagner.

Algunos autores piensan que la música de Shostakovich hubiera sido más vanguardista si no hubiera estado sometida al yugo de Stalin. No lo creo. Las dos influencias fundamentales que tuvo este compositor fueron Mahler y la Segunda Escuela de Viena -además del bagaje clásico, claro. Shostakovich prefirió a Mahler y recogió algunos aspectos de Schoenberg. Su música es politonal (aunque tenga alguna obra atonal) y rompe con la estructura clásica de la sinfonía siguiendo la huella de Mahler.


Dimitri Shostakovich fue un hombre libre. Amaba a su patria y aunque sufrió la persecución estalinista, no dejó de ser un socialista convencido que nunca quiso abandonar Rusia como hicieron Prokofiev y Stravinsky.

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