miércoles, 8 de abril de 2015

LA MUERTE DE ARTEMISA (Novela) - CAPÍTULO 10


10

                                                   LA BANDA DE LOS CUATRO

        Eran tan jóvenes como Tracy y me observaban como a un fenómeno de feria. Tracy me dijo sus nombres. Jaime era un chico alto y flaco, de nariz larga y ojos desdeñosos; su mirada estaba fija en mí, pero sus pensamientos parecían estar en otra parte. Despertó en mí una instintiva hostilidad. Los ojos de Itciar estaban brillantes de excitación; no era guapa, su cuerpo era desgarbado y sus facciones angulosas, pero su sonrisa tenía un cierto atractivo; me causó mejor impresión. El tercer muchacho se llamaba Daniel y su aspecto era menos espiritual que el de sus amigos; era un gordito sonrosado y escaso de talla, que acaso me miraba con más calidez que los otros; instintivamente decanté hacia él mis simpatías. Tracy me pidió que repitiera la exposición de los hechos, así que repetí con todo detalle  mi historia y esperé con paciencia el veredicto de los muchachos.

-Bueno, ¿qué os parece? -habló Tracy en primer lugar.
-Es una buena historia -dijo Itciar.

Los otros no hicieron comentarios.

-Le he dicho a Adrián que puede contar con nuestra ayuda -añadió Tracy y los demás asintieron -. Muy bien, entonces empecemos. Mi idea inicial es que hay que descubrir a los asesinos de Artemisa. Para ello sería bueno contar con la colaboración de los mismos que contrataron a Adrián, o sea la organización A. Por tanto, nuestro primer objetivo podría ser establecer contacto con ellos. Es verosímil pensar que deben estar interesados en que se produzca el contacto, puesto que el mensaje no ha sido transmitido.
-Temo que no sea tan sencillo -dije-. Muerta Artemisa, no creo que exista nadie capaz de descifrar el mensaje. Calabor dijo con claridad que sólo Artemisa y él conocerían la clave.
-Busquemos entonces a Calabor -sugirió Jaime.
-No quisiera resultar pesimista, pero eso va ser también muy difícil. Él dijo que si fallaba algo me olvidara de la misión. Creo que sólo contaban con esta oportunidad, y al fracasar, es posible que se desentiendan del asunto.
-O sea -dijo Daniel-, que a los A, en el fondo, casi les viene bien que te carguen el muerto.
-Eso parece.
-Lo mismo digo de los adversarios. Estarán encantados de que te busque la policía -añadió Daniel y yo asentí sin hablar.
-No están muy bien las cosas -dijo Itciar.
-Un momento, un momento -intervino Tracy-. No tiremos la toalla tan pronto. Insisto en que Adrián tiene algo que vender y hay que jugar con eso.
-Estoy de acuerdo contigo, Tracy, pero me parece que no nos va ser fácil comunicarnos con personajes misteriosos o con sociedades secretas -dijo Jaime-. Se me ocurre una cosa: hay una mujer muerta, eso es un hecho, una mujer llamada Artemisa que al parecer era bastante conocida socialmente. Podríamos investigar su vida, sus relaciones, sus amigos. Podríamos empezar a hacer preguntas por ahí a ver qué pasa. A lo mejor alguien se pone nervioso
-Es una buena idea -admitió Tracy.
-¡Un momento! -exclamé saltando de mi asiento-. Tengo algo que nos puede ayudar.

Corrí a la habitación contigua y rebusqué en los bolsillos de mi chaqueta hasta dar con la agenda de Artemisa. Se la mostré a los muchachos y expliqué cómo había llegado a mi poder. Tracy me la arrebató e hizo correr las páginas.



-¡Bravo, Parker! Está llena de nombres y teléfonos. Esto es un hallazgo. Vamos a ver..., sí, aquí está: Julia Galván Díaz. Este debe ser el verdadero nombre de Artemisa. Y también figura su dirección.

La agenda pasó de unas manos a otras, hasta que Tracy la recuperó.

-Procedamos con método -dijo revisando el librito -. Hay direcciones y teléfonos, pero también hay anotaciones en las páginas finales. Hombre, qué curioso.
-¿Qué has encontrado? -preguntó Itciar mirando por encima del hombro de Tracy.
-Hay escritos unos versos.
-Venga, Tracy, léelos.

Tracy leyó despacio:

Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,
le vio la tarde pálida, le vio la noche fría
y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.

-¿Qué puede significar? -preguntó Itciar.
-¿Por qué tiene que significar algo? -dijo Daniel - No saquemos las cosas de quicio, por favor. No empecemos a ver mensajes secretos en cada línea. Mira, aquí otra nota que dice algo de la peluquería.
-Sin embargo, yo pienso como Itciar -dijo Tracy -. ¿A ti qué te parece, Adrián?
-Bueno, lo único que puedo decir es que esos versos son de Rubén Darío.
-¿Estás seguro?
-Segurísimo. Yo enseño literatura, no lo olvides.
-Hay más cosas curiosas -intervino Jaime -. Escuchad esto. Está en la página siguiente: Amigos de la Música Barroca. 9 de septiembre.17,30 horas.
-Es hoy. Hoy es nueve -dijo Itciar.
-¿Alguien sabe quiénes son los Amigos de la Música Barroca?
-Ni idea.
-Lo más intrigante es que las dos notas parecen relacionadas. O por lo menos fueron escritas al mismo tiempo -aseguró Jaime.
-¿Por qué? -pregunté sorprendido.
-Mirad -Jaime mostró la agenda -. Tanto el poema como lo del Barroco, están escritos con el mismo bolígrafo y apresuradamente. Hay otras notas, la peluquería, el coche, etc; en ellas la escritura es más regular y el color de la tinta varía de unas a otras. No sé si se puede concluir que los versos y la cita estén relacionados, pero sin duda Artemisa escribió ambas cosas en el mismo momento.
-Vaya, eso sí es interesante -reconoció Daniel.
-¿Qué te decía yo? -dijo Itciar.
-Un momento -dijo Jaime -. Tracy, ¿tienes El Diario de ayer?
-Sí, debe estar en aquel montón.



Jaime encontró el periódico, lo hojeó unos instantes y luego lo abrió por las últimas páginas. Había un pequeño recuadro, entre otros anuncios, en el que podía leerse: Amigos de la Música Barroca. Reunión informativa. 9 de septiembre. Santa Clara, 15. Levanté la cabeza y miré a Jaime con cierto respeto.

-Tienes buena memoria, muchacho -dije.
-Sabía que había leído eso en alguna parte.
-Son demasiadas coincidencias -dijo Tracy después de unos instantes de reflexión.
-Y las coincidencias no existen -comenté yo, pero nadie dijo nada.
-Muy bien -volvió a tomar el mando Tracy -, vamos a ver lo que tenemos. Sabemos el nombre y el domicilio de Artemisa; si seguimos el plan de Jaime, y creo que es el mejor, alguien debería investigar por ese lado, y pronto, antes de que lo haga la policía. Luego hay una serie de teléfonos a los que se puede llamar y hacer preguntas. Por último están las notas; vamos a dejar los versos aparte, por el momento, pero la otra nota es una cita para hoy mismo. Todo parece indicar que Artemisa pensaba acudir. Si ella no lo va a hacer, por razones evidentes, ¿por qué no acudimos nosotros?
-Puede ser peligroso -dije.
-Hombre, peligroso es todo lo que pensamos hacer -dijo Jaime -. Pero estos tipos del Barroco han hecho una convocatoria pública. Cualquiera puede sentirse interesado por el asunto, ¿no te parece?
-Perfecto -Tracy no me dejó contestar-. Ahora más vale que nos demos prisa. Itciar, tú y Jaime podéis ir a la casa de Artemisa, a ver que sacáis en limpio. Tú, Daniel, date una vuelta por el hotel Flemming; conviene saber cuando descubren el cadáver. Adrián y yo nos dedicaremos a hacer llamadas y esta tarde iremos a los Amigos de la Música Barroca. ¿Alguna pregunta?


Al quedarme a solas con Tracy advertí el sutil cambio que se había producido en mi estado de ánimo. No es que hubiera desaparecido la angustia de sentirme un prófugo de la justicia; seguía teniendo conciencia plena de mi situación, pero la había relegado aun plano más manejable. Sin duda los muchachos me habían infundido una cierta esperanza, aunque su plan me pareciera irrealizable. Sin embargo, la acción era preferible a la pasividad: era mejor dejarse llevar por aquel destello de esperanza, por débil que fuese, que consumirme esperando la inevitable captura. Cierto que para ellos el asunto era sólo una charada, un ejercicio intelectual, y no habían medido el riesgo real a que iban a exponerse; pero no me sentí culpable: ellos me habían convencido a mí, no yo a ellos. Casi habían conseguido que empezase a afrontar los hechos con su mismo distanciamiento, como si en efecto se tratara de un problema de salón. Ni de lejos pensaba que aquél fuese el mejor sistema, pero era peor no tener ninguno. En el mar de irrealidad en que me debatía, acaso el plan descabellado que íbamos a comenzar fuera, en efecto, el de más sentido común.


-¿Por qué hacéis esto?
-Vamos, Parker -Tracy fijó en mí sus grandes ojos miopes-. No te pongas ahora suspicaz. Podría decirte que es como un juego, pero es algo más. A ti también te sedujo la idea de participar en este lío. Puede que nosotros lo hagamos por la misma razón. Llámalo espíritu aventurero, necesidad de emociones distintas, lo que quieras.

- Pero yo acepté embarcarme en un asunto en el cual no parecía existir un peligro real. Ahora hay ya una persona muerta, y eso no tiene nada de fantástico.

Tracy se rascó la cabeza, como si la tarea de convencerme fuera poco menos que imposible.

-Mira, el mundo se ha vuelto demasiado pequeño. Para la gente de mi edad existen ya pocas cosas prohibidas, muchas menos que para ti hace veinte años. El sexo no es un problema, la política no le interesa a nadie, las drogas no son un tabú. ¿Qué nos queda que suponga un desafío? ¿Escalar montañas? Será que no nos atrae el alpinismo. Tu historia es insólita, es una situación fuera de lo común que forzosamente tiene que atraernos.
-Está bien, allá vosotros. Prometo no insistir en ese tema. De todas formas, formáis un grupo muy peculiar.
-¿Tú crees? Somos gente muy normal, Parker.
-¿Sois amigos desde hace tiempo?
-No todos. Si te interesa te contaré algo de nuestra pequeña historia.


       Tracy y Daniel eran amigos desde la infancia. Estudiaron en el mismo colegio y al principio eran antagonistas feroces. Tracy era sereno, equilibrado, estudioso; Daniel enredador, bromista, indisciplinado. Después de una confrontación a golpes, en la que de manera inesperada Daniel llevó la peor parte, descubrieron que eran almas gemelas o al menos complementarias. Ambos eran ávidos lectores de novelas de aventuras y, cada uno a su estilo, chicos solitarios. Se produjo entre ellos un curioso transvase de características: el corrosivo ingenio de Daniel despertó en Tracy un ignorado sentido lúdico de la vida, en tanto que la sensatez de Tracyl encauzó las dispersas capacidades de Daniel por derroteros más productivos. De su unión nació una fuerza que llegó a ser temida en los ámbitos colegiales, y las hazañas de La Carcoma, sociedad secreta de sólo dos miembros, fueron largamente recordadas.

Aunque al término del bachillerato Daniel decidió hacerse ingeniero industrial y Tracy optó por Derecho, La Carcoma no se disolvió y aun se enriqueció con un nuevo miembro. Jaime era otro solitario. Tracy lo conoció en la Facultad, era un chico serio, poco hablador, adicto al jazz, que poseía una memoria poco común. No provenía de una familia adinerada, como era el caso de Tracy y Daniel, y en un principio mostró cierta reticencia a intimar con ellos. Pero Tracy adivinó que la personalidad de Jaime se desenvolvería a gusto en el seno de La Carcoma, y no mucho después la terrible sociedad incorporó al nuevo elemento. Debido a que el campo de acción no era ya común, y a que en cierta manera empezaban a sentirse adultos, cambiaron la fechoría por la actividad intelectual, y utilizaron como cuartel general el estudio en el que Tracy acababa de instalarse. La incorporación de Itciar constituyó la primera y más importante divergencia entre ellos. La muchacha era amiga de Jaime, quien un día, sin previo aviso, propuso que ingresara en el grupo. Más que un rechazo de Itciar, por el sólo hecho de ser mujer, a Daniel y Tracy les parecía que no reunía las condiciones precisas para pertenecer a su sociedad, (aunque era innegable la existencia de un cierto machismo subyacente). Pero ocurrieron dos cosas: la primera, que Itciar demostró ser dinámica y emprendedora y tener un concepto casi masculino de la amistad; la segunda, que la joven estudiante de periodismo se enamoró de inmediato de Tracy, y aunque el interesado procuró ignorar cortésmente ese sentimiento, lo cierto es que contempló con menos recelo la incorporación de la chica.

El grupo no creció más, parecía haber alcanzado el adecuado nivel gestáltico. Se convirtió en una comunidad elitista, poco permeable al exterior, en la que cada uno tenía sus competencias bien delimitadas. Así, el proyecto nacía en Jaime, era criticado por Daniel, activado por Itciar y coordinado por Tracy, líder no discutido del clan.

-¿Satisfecha tu curiosidad? -dijo Tracy.
-Sólo en parte. Sé bastantes cosas de tus amigos, pero poco de ti.

-No hay problema, me encanta hablar de mí mismo y no tengo secretos. Soy hijo único. Ya te dije que mi madre es inglesa. Ahora la veo poco, cuando mis padres se separaron ella regresó a Inglaterra. Voy a Londres en verano, a veces en Navidad, pero no hay ningún problema entre mis padres. Se separaron porque vivían en mundos distintos. No hubo violencia. Se escriben, se llaman, se ven de vez en cuando, todo muy natural. Te cuento esto para que no pienses que soy un chico traumatizado por los problemas de sus padres. Tengo la suerte de que mi padre sea muy rico y sus únicas pasiones en la vida sean los caballos y el bridge. La fortuna era de mi abuelo, y aunque mi padre no ha hecho grandes esfuerzos por aumentarla, tampoco la ha dilapidado. Tenemos una serie de pequeñas empresas que han sobrevivido a diversas crisis económicas y siguen rindiendo beneficios; esto le ha permitido a mi padre dedicarse a sus aficiones y pagar mis más pequeños caprichos, incluido este apartamento. Me crié solo, fui a un colegio de lujo y siempre he estado rodeado de comodidades. En cambio, nunca tuve padres en el sentido literal del término, dicho sea sin ninguna clase de amargura o rencor: ellos iban por su lado y yo por el mío, y nunca me prohibieron nada. Nunca tuve con mi padre conversaciones trascendentales, pero tampoco he tenido que soportar sermones y reprimendas. Empecé a estudiar Derecho y lo dejé; me cambié a Periodismo y me aburrí; luego me matriculé en Económicas, que es lo que estudio ahora, pero pienso terminar Derecho. Ninguno de estos cambios fue discutido. Ahora bien, tantas facilidades no me han convertido en un parásito social, te lo aseguro. Nunca me ha faltado curiosidad por las cosas, ni estímulo ante la vida, aunque haya tenido que creármelo yo mismo. Mis amigos pertenecen a diferentes clases sociales y tienen conceptos distintos de la vida. Pero eso nunca ha sido un obstáculo entre nosotros: formamos un grupo heterodoxo, tenemos nuestras propias leyes y nuestra propia manera de divertirnos.
-Sin embargo, has dicho que Itciar está enamorada de ti. Eso hace menos heterodoxas vuestras relaciones.
-En absoluto. Itciar, como cualquiera, tiene sus sentimientos personales, pero no los antepone al bien común.
-¿Y cómo resolvéis el aspecto sexual?
-Con normalidad. Tampoco estamos todo el día juntos. Bueno, se acabó el interrogatorio, Parker. Tenemos mucho que hacer.

Tracy tenía conectado un altavoz a su teléfono que nos permitía seguir simultáneamente las conversaciones. Empezó por un número escogido al azar de la agenda y preguntó por Artemisa. Las primeras llamadas resultaron descorazonadoras: muchos comunicantes se mostraron extrañados o reticentes, otros dijeron no conocer a Artemisa y algunos teléfonos no contestaron. Al fin una llamada pareció aportar algo de interés.

-Artemisa no está aquí. ¿Quién la llama? -Era una voz áspera, masculina.
-Soy un viejo amigo de Julia -dijo Tracy-. Estoy de paso por Madrid y me gustaría saludarla.
-¿Cómo se llama usted?
-Alberto. Alberto González.
-No le conozco. ¿Quién le ha dado este teléfono?
-Julia. Me dio varios números.

Siguió una pausa durante la cual sólo fue audible una respiración fatigosa.

-Julia no está aquí. Hace tiempo que no la veo -dijo el hombre y me pareció que había una cansada amargura en su voz.
-¿No sabe dónde puedo encontrarla? -insistió Tracy.

Nuevo silencio y esta vez una respuesta concisa.

-No, lo siento.
-Me hubiera gustado saludarla...
-Ya le he dicho que no sé nada de ella. Buenos días.

La comunicación se cortó y Tracy agitó el auricular impotente.

-¡Maldita sea, se me ha escapado! Estaba a punto de decir algo y de pronto se ha echado atrás.
-¿Tú crees? -dije con escepticismo-. ¿A quién pertenecía ese número?
-A un tal Juan. Juan a secas. En fin, siempre podemos volver a llamar, aunque me parece que no vamos a sacar mucho de las llamadas.

De pronto me sobresaltó el sonido del teléfono. Era Daniel.

-¡Tracy, esto está que arde! -su voz llegaba envuelta por el ruido de la calle-. Estoy en una cabina, frente al hotel. Hay pasma por todas partes. Está claro que se ha descubierto el pastel.
-¿Has averiguado algo?
-No, imposible. No hay quien se acerque.

Tracy colgó el teléfono y consultó su reloj.

-Lo han descubierto un poco antes de lo previsto.

 La noticia me produjo una sensación de ahogo de la que Tracy se apercibió.

-Bueno, Parker. Era inevitable. Antes o después tenían que descubrirlo.

-Sí, y a estas alturas sabrán perfectamente quien era el ocupante de la habitación 4011.

El timbre del teléfono interrumpió mis sombrías cavilaciones. Esta vez llamaba Itciar.

-Tracy, hemos estado en la casa de Artemisa y hemos hablado con el conserje. Es un viejo desconfiado que no quería soltar prenda. Nos hemos hecho pasar por periodistas, pero ni por esas. Lo único que hemos sacado en limpio es que Artemisa era modelo profesional y trabajaba para una agencia llamada Euromodel. Volvemos al apartamento si no se te ocurre otra cosa.
-Muy bien, Itciar. Hasta ahora.

Reunido de nuevo el grupo, empezó a discutirse cual sería el siguiente paso que deberíamos dar. Yo les escuchaba en silencio, mi ánimo estaba otra vez bajo mínimos por más que los muchachos se empeñasen en restarle gravedad a la situación. Al final Tracy concluyó:

-Bueno, tenemos lo de la agencia y lo la reunión musical. La verdad es que no hemos avanzado mucho, pero algo es algo. Podemos seguir estas dos pistas. Primero iremos a lo de los Amigos del Barroco y luego a la agencia. ¿Alguna sugerencia?

 Nadie objetó nada y el grupo se disolvió. Tracy se volvió hacia mí con una expresión forzadamente risueña:

-Bueno, ahora sólo nos queda esperar. ¿Juegas al ajedrez, Parker?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los comentarios siempre son bienvenidos y me ayudan a mejorar el blog