domingo, 23 de febrero de 2014

El honor

El honor es un concepto abstracto y subjetivo difícil de definir. Los diccionarios hablan de "Cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo". Definición insuficiente, a mi juicio,  ya que la moral es en sí misma ambigua y cambiante. Creo que lo más cercano al honor puede ser la dignidad, acaso porque la dignidad es un sentimiento instintivo que no se atiene a normas ni a deberes. Es más fácil entender lo que son el deshonor y la indignidad, por lo que suponen de agresión a uno mismo.

Cien años después de la Primera Guerra Mundial, los historiadores nos hablan del deshonor de los oficiales de ambos bandos:  "Con la única excepción de la joven oficialidad británica, las bajas de esos años revelan una completa ausencia de oficiales en combate. Mientras, la tropa era diezmada". (Gabriel Albiac, ABC). Según Eric Hobsbawn en su Historia del siglo XX  "los únicos oficiales que cayeron en las trincheras del 14 fueron los británicos. Gran Bretaña perdió una generación, medio millón de hombres, en su mayor parte de las capas altas, cuyos jóvenes, obligados a dar ejemplo en su condición de oficiales, avanzaban al frente de sus hombres y eran, por tanto, los primeros en caer". Esto es honor o dignidad, o ambas cosas. Albiac recuerda a Freud, quien en los juicios de postguerra (a los vencidos, claro está, nadie juzgó a los vencedores) describe el trato que recibían los heridos: "Se trataba de que en el hospital sufrieran más que en el frente, para que así pidieran retornar al combate". ¿Tendrán que cumplirse otros cien años para que se conozca el deshonor de la Segunda Guerra Mundial?

Ahora no hay guerra, pero sí deshonor. ¿No os recuerda este relato lo que está ocurriendo en este momento? ¿Quién está  pagando el tremendo precio económico de esta crisis? Otra vez los oficiales no están sufriendo bajas, muy al contrario, están aprovechando la crisis para aumentar su poder.

El deshonor sigue siendo la lacra de la clase dirigente de esta vieja Europa.

1 comentario:

  1. Puede que ningún pueblo nos haya demostrado de una forma tan clara y significativa el concepto del honor como el japonés. En el Japón feudal, la casta de guerreros, los samurai, juraban servir bajo las órdenes de un señor. Si un guerrero cometía un acto que avergonzara su honor, si fallaba a su señor, debía pagar un precio para lavar su vergüenza. Dependiendo de la gravedad de su falta este precio podría ser su propia vida o la amputación de un dedo, comúnmente el meñique o el anular. La amputación de los dedos se explica en el código del guerrero: el sable japonés, la katana, se esgrime con las dos manos y el meñique es el último dedo que cierra la mano en torno a la empuñadura de la espada. Al perder el meñique el samurai perdía también fuerza en la sujeción de la espada y en consecuencia destreza en combate. Dicho de otro modo, se encontraba en una posición más vulnerable con respecto a sus enemigos. Lo cual a su vez acrecentaba la dependencia hacia su señor.

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