lunes, 17 de febrero de 2014

Adan y Eva, Suzanne Valadon, 1909


Suzanne se pintó a ella misma como Eva y a su joven amante André Utter como Adan . La sociedad le obligó a cubrir con unas hojas el sexo de André.

2 comentarios:

  1. Es muy gratificante sacar de nuevo a la luz a pintores de no mucha actualidad como Suzanne Valadon, de vida complicada y obra muy personal.
    Como buen musicólogo supongo que habrás llegado a ella a través de Erik Satie, con quien en 1892 tuvo un romance de seis meses durante el que éste le escribió nada menos que trescientas cartas.
    El final de la relación fue tan apasionado como su inicio, aunque en el entretanto Suzanne había ido perdiendo interés.
    Cuando ya se había convertido en amante de su futuro marido Paul Mousis, una tarde estando en casa de Satie decidió marcharse porque tenía otra cita. Éste, atormentado por un presentimiento, se lo impidió cerrándole el paso y sujetándole el brazo con fuerza. Suzanne se debatió insultándole hasta que recibió una sonora bofetada, lo que provocó que aumentaran aún más sus gritos. Para acabar con la situación a Satie no se le ocurrió otra cosa que encerrarla en un armario. Por fin un vecino alarmado por el griterío entró en el piso y liberó a Suzanne. Mientras que Satie se echaba literalmente a sus pies pidiéndole perdón, ella se marchó despavorida y a pesar de las súplicas no volvió a verle más.
    Una relación pasional, mientras dura, tiene muchas ventajas, pero también tiene sus inconvenientes...

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  2. Interesantes los datos que aportas sobre la relación Valadon-Satie, pero discrepo en parte de tu afirmación final.
    No estoy seguro de que en una relación pasional pueda hablarse de ventajas e inconvenientes. La pasión es un componente inevitable del amor, de cualquier amor, pero si esa pasión es incontrolable o desigual en los amantes, suele causar más infelicidad que placer. Este fue, quizá, el caso de Suzanne y Satie, pero no creo que el fracaso de Satie se debiera a una pasión exacerbada, sino a una desmedida sublimación espiritual de la persona amada. Nunca volvió a relacionarse con otra mujer.
    Por el contrario, ella era una mujer pasional -tuvo muchos amantes- pero tampoco creo que se viera enajenada por la pasión, o al menos su apasionamiento fue temporal, más "normal"diríamos en mujeres liberadas como Suzanne.
    Hay que decir, no obstante, que su último matrimonio con André Utter duró treinta años. Parece que al final sentó la cabeza.

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