sábado, 27 de junio de 2015

LA MUERTE DE ARTEMISA (Novela) - CAPÍTULOS 20 Y 21


                                                                         20

                                    FRONTERA DE ESPAÑA, 11 DE SEPTIEMBRE

La larga hilera de vehículos se movía despacio a causa de los minuciosos registros que se producían en el lado español de la frontera. La causa era el atentado terrorista ocurrido el día anterior, que había hecho saltar por los aires un convoy de la Guardia Civil. El señor Osborne no había previsto una eventualidad semejante y no podía decirse que estuviera absolutamente tranquilo, pero, al menos en apariencia, no reflejaba la menor inquietud. Su compañera se mostraba un poco menos habladora, aunque, no conociendo nada del proyecto, razonaba el señor Osborne, su temor debía ser difuso, referido únicamente a la falsedad de la situación.

El policía uniformado se acercó al Volvo y pidió los pasaportes. Verificó el parecido de las fotografías y echó un vistazo al asiento posterior.

-¿Su nieto?
-Mais non, c'est mon fils.
-Es nuestro hijo, señor -intervino Silvia.


-¿Motivo de su viaje a España?
-Turismo.
-¿Cuánto tiempo piensan permanecer?
-Una semana.
-¿Quiere abrir el maletero, por favor?

El señor Osborne obedeció. Tres agentes se repartieron el trabajo de revisar el compartimento de equipajes, el del motor y los bajos del coche. Uno de ellos se dirigió a Silvia.

-Baje usted también. Abra esa maleta.

Las manos del aduanero se movieron con agilidad en el interior de la valija, sin casi desordenar su contenido.

-Esa otra, por favor.

El agente removió con indiferencia profesional la sugerente lencería de Silvia. Luego entró en el coche y miró bajo los asientos y en la guantera. Cuando inspeccionó la bolsa de los biberones, el señor Osborne experimentó un ligero envaramiento que se acentuó cuando las expertas manos del policía rozaron la cuna. El niño estaba despierto y sonrió al agente, quien, tras un instante de vacilación siguió registrando otros rincones. El señor Osborne comprobó que sus manos se habían humedecido.



-Puede seguir. Es posible que encuentre controles en la carretera. Si es así, obedezca la señalización para evitar accidentes.
-¿Hay problemas, agente? -preguntó en mal español el señor Osborne.
-Ninguno que a ustedes les afecte. Buen viaje.

El Volvo reanudó la marcha sin apresuramiento.



                                                                         21

                                                              CONFIDENCIAS



Itciar estaba tensa. El barrio que atravesaban no era precisamente de los que ella frecuentaba y la razón misma de estar allí acentuaba su inquietud: nunca había hablado con un confidente ni con nadie del hampa. Tampoco le tranquilizaba la actitud confiada de Cortés, a pesar de sus repetidas declaraciones sobre su experiencia en ese tipo de negocios. Desde la ventanilla del coche contemplaba con disgusto la desabrida configuración del suburbio, los desmontes pelados y los solares llenos de escombros y basura. La deprimente uniformidad de los bloques de edificios convocaba en su imaginación escenas de hacinamiento y miseria. Observaba con aprensión los grupos de adolescentes  recostados en tapias o sentados en la acera, aparentemente ociosos, pero que a ella le resultaban amenazadores. No dejaba de pensar que en lugares como aquel había una mayor incidencia de hechos delictivos, aunque, se decía, a aquella hora de la mañana la peligrosidad tenía que ser forzosamente menor. En cualquier caso, guardaba para sí estos recelos, en parte para no darle satisfacción a Cortés, que sonreía burlón ante su mal disimulado desasosiego, y en parte porque sabía que esos escrúpulos eran atribuibles a su condición de niña bien que rara vez abandona su hábitat, circunstancia esta poco adecuada para quien pretende llegar a ser una audaz reportera.

Cortés detuvo su automóvil frente a una taberna de aspecto inofensivo, con rótulo de Coca Cola y especialidades escritas con pintura blanca en la vidriera. El bar estaba desierto. Cortés pidió dos cafés y después de unos minutos interpeló al tabernero.

-Estoy buscando al Estanis. ¿Ha estado por aquí?

El tabernero, un hombre grueso de expresión abúlica, miró un instante a la chica y luego hizo un gesto con la cabeza:

-Ahí al lado, en las máquinas.



Cortés dio las gracias y dejó unas monedas sobre el mostrador. Caminaron unos metros por la misma acera hasta dar con el lugar indicado. En el local sólo había hombres, la mayoría adolescentes, aplicados a una gran variedad de videojuegos que entremezclaban sus sonidos; otros probaban fortuna en las máquinas tragaperras. Cortés avanzó con resolución entre la concurrencia y algunas miradas se fijaron en Itciar, que seguía a su amigo a corto trecho. Cortés se detuvo ante una máquina y la hizo funcionar. Sin dejar de mirar la pantalla le habló en voz baja al hombre que jugaba a su izquierda, un joven de rostro cetrino.

-¿Tienes algo, Estanis?
-Según -replicó el otro sin apartar la vista de su aparato.
-Se han cargado a una tía, una modelo que se llamaba Artemisa. ¿Sabes algo de eso?
-No, nada. No me suena el nombre.
-¿Has oído hablar de algo llamado Blackfire?
-¿Cómo?
-B-l-a-c-k-f-i-r-e -deletreó Cortés.
-No, ni idea.
-Vale tío, avísame al periódico si te enteras de algo.

Al salir, Cortés comentó:

-Mala suerte. Probemos en otro ambiente.

El segundo confidente era un limpiabotas que trabajaba en una cafetería céntrica. Se acodaron en la barra y Cortés hizo una seña al limpiabotas.

-Aquí ya estás más tranquila, ¿verdad? -le dijo a su amiga.



Mientras el limpiabotas ejercía su trabajo, el periodista repitió parecidas preguntas, pero los resultados fueron igualmente negativos: el hombre sabía quién era Artemisa, pero no sabía nada sobre su muerte. Continuaron la búsqueda, pero no tuvieron más suerte con otros dos confidentes. Cortés estaba desconcertado.

-Nadie sabe nada. Es muy raro todo esto. Probemos con el Beato.

El Beato era un sujeto insólito que realizaba su trabajo en el interior de las iglesias, no sólo, según se decía, para aprovechar la intimidad de los sagrados recintos, sino porque era de por sí hombre religioso. Esa mañana, la vieja iglesia donde ejercía el Beato se encontraba casi vacía, sólo había unas pocas viejas desperdigadas entre los bancos. Cortés localizó enseguida a su hombre: era un tipo pequeño, con cara de hurón, que parecía sumido en un profundo recogimiento. El periodista se arrodilló a su lado, se santiguó devotamente y le hizo al Beato las preguntas pertinentes.

-No he oído nada, Rodrigo -susurró el confidente.
-¿Hay algo que pueda estar preparándose? -preguntó Cortés en el mismo tono.
-No, que yo sepa.- El hombre movió la cabeza pensativo.- Pero me parece que no vas bien encaminado.
-¿Por qué?
-Por lo que me cuentas me huele que ese es un negocio de mucha altura, y esos asuntos no se controlan por aquí.
-¿Dónde, entonces?


-Habla con el Profesor.
-¿Con quién?
-Creí que lo conocerías. Ése no es un cualquiera. Búscalo por la noche en Camelot.
-¿En la discoteca? -preguntó Cortés sorprendido. Camelot era la discoteca de moda en Madrid.
-Eso es. Y vete preparado que ese tío cobra caro.
-¿Cuánto?
-Calcula cien talegos.
-¡Hostias!
-Calla, hombre, no digas blasfemias, y menos aquí.
-Vale, Beato. Gracias por la información.

Cortés y la chica regresaron con algo más de optimismo a reunirse con el grupo. Decidimos consultar al Profesor, aunque no sabíamos cómo obtener la financiación necesaria. Tracy aportó una solución:

-Si necesitamos dinero, se lo pediré a mi padre. De algo me tiene que valer ser de familia rica.

Aquella noche volveríamos a dividirnos: unos iríamos a la discoteca Camelot y otros al club Malibú. Nada que hacer hasta entonces y el grupo se desperdigó. Pensé en llamar a Marta, pero Tracy sugirió que le acompañase a hablar con su padre y acepté.


La casa familiar de Tracy estaba en un barrio residencial. Era una de esas anticuadas mansiones de altas murallas, vestigio de una clase floreciente en otros tiempos, que en la actualidad han pasado a ser sede de embajadas, capricho de nuevos ricos o recuerdo nostálgico de millonarios románticos. Este parecía ser el caso de Miguel Álvarez del Soto, el padre de Tracy, quien mantenía en el caserón una servidumbre anacrónica, incluido un viejo mayordomo uniformado. Fue éste quien nos franqueó la entrada y saludó a Tracy con sobriedad.

-Buenas tardes, señorito Miguel.
-Hola, Lucio. ¿Está mi padre?
-Su padre esta descansando, pero tengo que llamarle ya -eran las cuatro de la tarde-. Tiene una reunión dentro de una hora.
-Está bien. Dile que le espero en el jardín.
-¿Tomarán ustedes algo, señorito Miguel?
-Sí, Lucio, gracias. Tomaremos café.


jueves, 25 de junio de 2015

Sánchez y Patton

Gorge C. Scott en "Patton", de Franklin J. Schaffner. 1970

Una bandera es un icono para arrastrar multitudes. Un artificio para congregar voluntades, como puede serlo una figura- una cruz o una hoz y un martillo, por ejemplo- o una frase que enardece corazones: "Yes, we can", "No pasarán", "Hala Madrid", etcétera. Los líderes y los conductores de masas saben que necesitan emblemas que eviten la dispersión y simbolicen su ideología. Para este fin, nada mejor que una bandera. Pero hay otros usos de las banderas nada comprometidos, como es la ejecución de señales. Ahí están el lenguaje  marítimo de banderines, de larga tradición,  las banderas que señalan la llegada en una competición deportiva o la fatídica bandera de un juez de línea que determina un fuera de juego. Históricamente las banderas empezaron a usarse no como un símbolo patriótico, sino para distinguir unos combatientes de otros en la refriega polvorienta de las antiguas batallas. De ahí la figura del abanderado, cuya única misión en el combate era mantener enhiesto el mástil de su bandera. Y no fue menos útil para identificar a distancia la nacionalidad de un barco, fuera mercante, militar o pirata, siendo la enseña de estos últimos una de las banderas más famosas de la historia.

Precisamente los colores de la actual bandera española tuvieron un origen marítimo. Para que se reconociera con claridad la nacionalidad de nuestros barcos, Carlos III emitió el Real Decreto de 28 de mayo de 1785, por el que "se resuelve la realización de un concurso convocado para adoptar un nuevo pabellón de la Marina". Resultó ganador el diseño que todos conocemos: dos bandas rojas y una amarilla en medio. La Primera República Española, instaurada en 1873, no alteró los colores de la bandera, aunque se suprimieron de los escudos todos los símbolos reales. El único intervalo durante el cual nuestra bandera cambió de color fue durante la II República. Después de la guerra civil el franquismo volvió a adoptar la roja, amarilla , roja, cambiando el escudo. En 1978 volvió a cambiar el escudo conservando los colores, que es lo que hoy llamamos bandera constitucional.

No debe atribuirse otro sentido a esta bandera que el constitucional. Identificar este emblema con el centralismo o el franquismo, es pura estrategia política o aberración mental. Naturalmente cada uno es libre de consagrar su fetiche con mayor o menor fervor o apropiarse indebidamente de símbolos que no le corresponden. Pero a una gran parte de ciudadanos de este país les parece un signo de pobreza mental acusarse unos a otros de la utilización oportunista de la bandera. La bandera es lo que es: un trapo para que se vea de qué nacionalidad son los barcos, los aviones, las selecciones deportivas o para que la gente sepa que se ha techado un edificio. Vincular odios, rencores o místicas exaltaciones patrióticas a una bandera es un signo de inmadurez social y torpeza política. Tengamos como ejemplo la bandera arco iris de los homosexuales que todo el mundo comprende y nadie discute.

Y si Pedro Sánchez quiere hacerse una foto con la bandera, al estilo Patton, está en su perfecto derecho.

miércoles, 17 de junio de 2015

Antes de Eva

Adán y Eva. Tiziano.

En el Génesis se dice: "Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó" (Esta ambigüedad de singular y plural se ha prestado a muchas interpretaciones, como el mito del andrógino) . Según el Yalqut Reubeni, colección de comentarios cabalísticos acerca del Pentateuco, recopilada por R. Reuben ben Hoshke Cohen (muerto en 1673) en Praga, la mujer que creó Yahvéh al mismo tiempo que Adán, no era Eva sino Lilith (1).

John Maler Collier. Lilith.

Dante Gabriel Rossetti. Lady Lilith.

Estos dos pintores prerafaelitas inmortalizaron a Lilith. Claramente la figura de Collier encarna mejor el mito, que la lánguida pelirroja que pinta Rossetti.

Al parecer Adán y Lilith no se llevaban muy bien porque cuando él deseaba copular, Lilith se sentía ofendida por la postura acostada que él le exigía. "¿Por qué he de acostarme debajo de ti? Yo también fui hecha con polvo (entiéndase polvo de la tierra), y por lo tanto soy tu igual". Razón tenía la primera mujer, ya que es sabido desde Master y Johnson, que cuando la mujer cabalga al hombre durante el coito tiene más facilidad para alcanzar el orgasmo. Así que no queda claro en la leyenda si Lilith protestaba de la postura coital  como símbolo de dominación masculina, o porque Adán era un inexperto y Lilith casi siempre se quedaba in albis; o por ambas cosas. No obstante, de esta unión nacieron Asmodeo e innumerables demonios que todavía atormentan a la humanidad. 

Como Adán no había leído a Master y Johnson, no escuchó las protestas de su hembra, y un día Lilith, encolerizada, pronunció el nombre mágico de Dios, se elevó por los aires y abandonó a su cónyuge. Dicen que se fue a las orillas del Mar Rojo , donde se entregó a la lujuria con muchos demonios (al parecer más expertos que Adán), dando a luz a los Lilim (demonios con cuerpo de mujer, los famosos súcubos). Tres ángeles de Dios fueron a buscarla, pero ella se negó a volver al Jardín del Edén. Entonces Yahvéh  la castigó haciendo que muriesen cien de sus hijos al día (en cuestión de números las leyendas hebreas siempre han tendido a la exageración). Las tradiciones judías medievales decían que ella se vengaba matando a los niños menores de ocho días, si todavía estaban incircuncisos.

Franz von Stuck. Lilith. El alemán imprimió aún más voluptuosidad al mito

Al no tener compañía femenina, Adán, además de darle nombre a los animales, se dedicó a copular con algunas de sus hembras (instituyendo así el bestialismo, que siempre habíamos sospechado que era bastante antiguo). Sin embargo este tipo de fornicación no era de su agrado y reclamó a Dios: "¡Todas las criaturas tienen la pareja apropiada, menos yo! " Yahvéh, a la vista de su incontinencia, le hizo caso y fue entonces cuando pronunció la famosa frase "No es bueno que el hombre esté solo". Y creó a Eva, pero, escarmentado, la creó sumisa, utilizando como materia prima una costilla de Adán (previa anestesia), tal vez extrayendo células madre de ese hueso.

Es así que Eva queda para la Historia como la mujer dócil y respetuosa del marido, que ensalzan las Escrituras, y Lilith como la mujer concupiscente y liberada,  estandarte avant la lettre del feminismo. El novelista Primo Levi la describe así:

"A ella le gusta mucho el semen del hombre, y anda siempre al acecho de ver a dónde ha podido caer (generalmente en las sábanas). Todo el semen que no acaba en el único lugar consentido, es decir, dentro de la matriz de la esposa, es suyo: todo el semen que ha desperdiciado el hombre a lo largo de su vida, ya sea en sueños, o por vicio o adulterio. Te harás una idea de lo mucho que recibe: por eso está siempre preñada y no hace más que parir".


Adan y Eva. Ilustración de un manuscrito medieval. Les acompaña un extraño ser con pechos de mujer.

Grupo escultórico de Notre Dame, París, donde están representados Adan y Eva, el árbol y la serpiente, también con morfología femenina. Además hay varias personas que en teoría no deberían estar ahí.


La misma escena pintada por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.


A Lilith siempre se la inmortaliza o se la describe asociada a la serpiente, y cabría pensar, vista la anatomía de la iconografía anterior, si la fatídica serpiente que tienta a Eva para que coma frutos (que no manzanas) del Árbol del Bien y del Mal, no sería la amiga inseparable de Lilith, o incluso ella misma transformada en reptil, dispuesta a vengarse de su ex.  
Con lo cual tendríamos ya definido, desde la más remota antigüedad, el eterno triángulo.



1.-El mito de Lilith no es originalmente judío, sino perteneciente a la más antigua mitología babilónica, de donde los hebreos tomaron la mayoría de sus dioses.

miércoles, 10 de junio de 2015

La música coral

Imagen: Marie Heiberg
Las relaciones políticas serían menos tensas si los políticos cantasen a coro. Usted quizá no lo entienda si nunca ha cantado en un coro, aunque sería raro, porque todo el mundo ha formado parte de un coro alguna vez, en el colegio, en la mili, en el futbol. Si no es así, seguro que se ha emocionado escuchando música coral, que no tiene porque ser música clásica, puede ser folclórica o un himno o música moderna. Fíjense por ejemplo en el coro de Nabucco, de Giuseppe Verdi, el conocidísimo Va pensiero. Cuando se estrenó la ópera en 1842, la gente salía de La Scala de Milan canturreando esa música: primero porque era bella, pero también porque era un canto de libertad (los judíos esclavizados en Babilonia) que los italianos adoptaron para protestar de la dominación austriaca. 

No hay ningún secreto en la música coral, solo se trata de que varias voces emitan simultáneamente diferentes notas acordes entre sí. Pero lo que se consigue con esto, que parece tan fácil, es un misterio, porque al resonar afinadamente múltiples voces, más que oír, parece que lo sintamos en nuestro interior, en las tripas, que diría Hemingway, o en el espíritu, si se quiere ser más fino. Un acorde orquestal hace lo mismo, solo que en vez de voces suenan instrumentos, y puede ser grandioso, pero es una emoción distinta. Las voces unidas despiertan resonancias primitivas que nos conmueven, al fin y al cabo la música primordial es el canto, y quién sabe cuándo empezó, tal vez cuando un hombre de las cavernas alzó el rostro hacia el sol y brotó la voz. "La música es siempre una canción, incluso cuando no puede cantarse: no es una filosofía, no es una visión del mundo. Es, sobre todo, un canto, una canción que el mundo canta sobre sí mismo, es el testimonio musical de la vida". Esto dijo Valentín Silvestrov, un compositor  extraordinario nacido en Ucrania.

Pero si emociona escuchar un coro, participar en él es una experiencia mística. Cuando yo era joven cantaba con mis amigos, como hacen los jóvenes de todas las épocas, cantábamos folclore, canciones de moda, lo que se terciase. Una amiga común nos dijo un día que un maestro ruso andaba buscando tenores para un nuevo coro que se estaba formando. El asunto era que una princesa rusa (debía haber muchas) se casaba con un español. Sería una boda de máximo esplendor, oficiada según el rito ortodoxo, en la que se cantaría la misa rusa. A tal efecto, la principesca familia había contratado un maestro de música ruso para que organizara el coro. Y allá nos fuimos un amigo y yo, con la indolencia propia de los años, a la dirección que nos había dado nuestra común amiga, que resultó ser la mansión de un conocido marqués, cuya esposa participaba en el coro. Nos recibió un mayordomo con librea y entramos en el señorial vestíbulo, con bastante acojono a esas alturas. En seguida salió el maestro ruso, un vejete con bigote y melena blancos, y nos condujo a una gran estancia. "Estos son los nuevos tenores", dijo el ruso. Ante nosotros se desplegaban en semicírculo no menos de 40 personas, que según supimos después pertenecían al coro profesional del Teatro de La Zarzuela. Sin más preámbulos, el ruso nos ubicó, nos dio una partitura a cada uno, y a un gesto suyo el coro entonó el Credo. Tan inmovilizados y mudos nos quedamos -ninguno sabía leer música-, que el maestro interrumpió el canto, nos miró con perplejidad y preguntó: "¿Por qué no cantan?" Sin esperar respuesta se echó a reír y dijo: "Ah, comprendo, tienen dificultades porque la partitura está en ruso antiguo".  

Aunque parezca mentira no nos expulsaron. Con un poco de astucia hacíamos como que cantábamos, sumándonos al cantante de al lado en los finales, hasta que aprendimos de oído letra y música y todo fue sobre ruedas. La boda no llegó a celebrarse, porque el español dio la espantada y dejó plantada a la princesa, con lo cual los cantantes de La Zarzuela se despidieron y la marquesa nos invitó a abandonar su mansión. El ruso no se lo tomó a mal y nos propuso a los diez o doce aficionados restantes continuar con el coro. Mi amigo ofreció su casa y todos los sábados por la tarde nos reuníamos a cantar en ruso, cita insoslayable a despecho de novias, amigas y demás compromisos. La cosa terminó como suelen terminar estas cosas, o sea con el abandono progresivo de la comunidad requeridos por otras obligaciones. Pero fue bueno mientras duró. No sé si aquel coro llegó a sonar muy bien, pero recuerdo el sentimiento de solidaridad que surgía al juntar nuestras voces. Era una percepción física de la belleza, una vibración, que como decía el maestro, se sentía en los labios. 


domingo, 7 de junio de 2015

LA MUERTE DE ARTEMISA (Novela) - CAPÍTULOS 18 Y 19




                                                                         18

                                                                 BLACKFIRE

Itciar había decidido recabar la ayuda de Rodrigo Cortés. No había comunicado a nadie su intención y eso la inquietaba; Tracy no veía con buenos ojos las improvisaciones. Pero pensaba que tener un contacto con El Diario podía resultar útil aunque comportase algún riesgo. Si actuaba con habilidad y conseguía información confidencial, su iniciativa sería elogiada por el grupo. No tenía una idea clara de cómo justificar ante su amigo Cortés el interés por la muerte de Artemisa sin revelar su implicación en los hechos. Pero confiaba en Rodrigo, al que le unía una franca amistad, por más que el periodista no ocultara su predisposición a transformar esa amistad en una relación más adulta. Propósito irrenunciable, a pesar de las repetidas negativas de Itciar, pero no peligroso, ya que ella sabía eludir sin aspereza los asaltos de Cortés.

A la misma hora que nosotros escuchábamos las confidencias de la amiga de Blasco, Itciar hacía sonar el timbre de la casa del periodista. Tras una larga espera, un Rodrigo Cortés en bata y con el pelo alborotado abría la puerta.

-¡San Pedro! Creí que se hundía el mundo. ¿Sabes qué hora es?
-Las once y media. ¿Me invitas a pasar?


-No me lo digas, adivino qué te trae. Al fin has decidido desprenderte de tu absurda virginidad. Sabía que tarde o temprano te decidirías, aunque escoges unas horas...
-No seas pelma, Rodrigo. Vengo por un asunto profesional.
-¿Profesional? -Rodrigo abrió desolado los brazos -. Me decepcionas. Bueno, pasa y rebusca por ahí. A lo mejor encuentras una revista pornográfica y te instruyes mientras me visto. ¿Quieres café?
-No, gracias, he desayunado hace horas -. Hizo una pausa y añadió -: He leído tu crónica sobre el crimen de la modelo. Está muy bien.
-Ah, eso -la voz de Cortés llegaba a través de la puerta medio abierta del dormitorio -. Para comentar eso podría haber venido a una hora más decente. ¿No sabes que los periodistas se acuestan tarde?

Itciar rebuscó en el hueco del salón que hacía las veces de cocina.

-Si me dices dónde está la cafetera te preparo café.
-De cafetera, nada -dijo Cortés asomando la cabeza -. La gente apresurada como yo toma café soluble. Calienta agua sin más.

Itciar puso agua a hervir y paseó por la habitación.

-Es muy curioso lo de la muerte de esa chica y el tipo ese que ha desaparecido. Me gustaría conocer más detalles.


-¿A qué viene ese repentino interés? -Cortés apareció, ya vestido, abrochándose el cinturón.
-Pues es que ayer me quedé intrigada y he hecho averiguaciones por mi cuenta.
-A ver, a ver. ¿Qué te traes entre manos?
-Bueno, el artículo de El Diario era muy sugerente y he estado en la hemeroteca buscando información sobre Franco Dalessio y todo ese rollo de la Mandrágora. Pensé que te podía interesar.

Le mostraba un cuaderno lleno de anotaciones. Cortés dejó la taza sobre la mesa y se rascó la cabeza.

-Un momento, pequeña, ¿a quién tratas de engañar? A Rodrigo Cortés no se le viene con esos cuentos. ¡Tu sabes algo!- La chica miró a su amigo sin saber qué decir y Cortés se echó las manos a la cabeza- ¡Hay que joderse! Mis jefes cogen un asunto vulgar y le dan una importancia desmesurada, pero, claro, sin explicarle nada a este inmundo reportero. ¡Y ahora resulta que hasta los estudiantes de periodismo saben más que yo del caso! Todo el mundo piensa que soy gilipollas, ¿o qué?
-Veras, Rodrigo -Itciar se mordió el labio vacilante -. Puedo decirte algo, pero no todo. Existe un pacto de silencio.



Cortés se desmadejó en una butaca con los ojos cerrados.

-Madre mía -murmuró.
-Resulta que un amigo mío -empezó Itciar-, alguien que yo conozco, sabe quién es el hombre que estaba con la modelo, el que ha desaparecido.
-¿Qué?
-Y sabemos, mi amigo sabe, que es inocente.

Cortés angustiado se inclinó hacia delante.

-¿Pero no se da cuenta Tracy del lío en que os estáis metiendo?
-Yo no he dicho que fuera Tracy -replicó Itciar sobresaltada.
-Vamos, vamos, Itciar, ¿tú también me tomas por tonto? Es evidente que tu insoportable amigo Tracy y ese absurdo grupito vuestro tiene algo que ver con lo que me cuentas.

La muchacha guardó silencio.

- Mira, pequeña -Cortés la apuntó con un dedo-, te diré lo que vas a hacer. Me vas a contar ahora mismo todo lo que sabes sin dejarte una coma, o si no ya sabes donde está la puerta. Te vas por donde has venido y aquí no ha pasado nada.



Itciar miró a Cortés con desaliento. Lo había hecho todo mal: no sólo no había sonsacado al periodista sino que había comprometido a sus amigos. Permanecer callada y dejar las cosas como estaban no resolvía nada y estimularía aún más la curiosidad de Cortés, pero si le hacía partícipe del asunto, tal vez pudiera evitar su indiscreción. Itciar optó por esto último y puso al tanto a su amigo de los acontecimientos. Al concluir había una luz de éxtasis en los ojos del reportero.

-¿Qué día es hoy? Tengo que consultar mi horóscopo. ¡Dios mío qué historia! No sé si creerte, es demasiado sublime. ¿Seguro que no te burlas de tu viejo amigo?
-Venga, Rodrigo, no hagas teatro. La cosa no es para tomarla a broma.
-¿A broma dices? Claro que no. De modo que tenéis escondido al señor A.S. Bueno, bueno, es inaudito. ¿Me dejaréis participar? ¿Crees que Tracy se opondrá?
-Prométeme ser discreto, Rodrigo.
-Claro, claro, no te preocupes. Ya sabes que soy zorro viejo.
-Bueno, ya te he contado todo. Ahora, dime tú lo que sepas.
-Pues el caso es que... -Cortés se detuvo cohibido- no sé mucho más. Los jefes no sueltan prenda. Ahora bien, a partir de ahora... Oye, pequeña, supongo que sois conscientes de que este es un asunto peligroso.
-Venga, Rodrigo, ¿no estarás asustado?
-¿Yo? No me conoces. No pararé hasta llegar al final. Soy un profesional. ¡Este puede ser el reportaje de mi vida!
-Rodrigo, te recuerdo que esta es mi historia.
-No te preocupes, criatura, aquí hay trabajo sobrado para dos. Una sola noticia lanzó a la fama a Woodward y Bernstein, recuérdalo. Ahora no perdamos tiempo y empecemos a trabajar.


sábado, 6 de junio de 2015

PREMIO LITARCIHIS


Elisenda Segura, cuyo magnífico blog SON LAS FOTOGRAFÍAS DE MIS VIAJES, http://sonlasfotografiasdemisviajes.blogspot.com.es/, nos ilustra sobre los parajes más bellos del planeta, ha tenido la gentileza de mencionar EQUINOCCIO en los Premios Litarcihis, cuyas normas transcribo a continuación. Gracias Elisenda.

BOR: Blog Original
Litarcihis: Nombre de la mención. A los blogs Literarios: libros, poesía, relatos y todo tipo de escrituras fantásticas, terror, ciencia ficción...
Sobre Arte: Pintura, escultura, música, arquitectura, decoración, cocina, cine, teatro...
Ciencia: Biología, naturaleza, arqueología, ecología, física, matemáticas, astrología, botánica...
Historia: todos aquellos que nos hablen de nuestro pasado y recuerden con fotos y escritos todo aquello que la memoria olvida.
Bloguers: Un premio que es concebido no sólo al blog, sino también al creador que se lo curra y lo maquea dándole presencia, estética y realce para que quede bonito a simple vista además de llenarlo con contenido adictivo.

lunes, 1 de junio de 2015

Evocación del misterio

Sesión de espiritismo.


Hemos perdido el significado del misterio, una palabra que ya casi no se usa y antes evocaba un mundo de fantasía. No es que ya no haya misterios, el Universo está lleno de cosas asombrosas, pero, de manera inconsciente, sabemos que un día u otro la ciencia dará una explicación a todo lo que nos sorprende. La ciencia, en los últimos cien años, ha derribado muchas creencias y supersticiones y explicado fenómenos que durante milenios habían maravillado al ser humano. La ciencia busca la verdad, por inalcanzable que nos parezca, como antaño lo hicieron la filosofía y la religión, y esa búsqueda forma parte del progreso, algo que es imposible detener.

Echo de menos los antiguos mitos. Serían falsos, pero estimulaban la fantasía. ¿Quién se acuerda hoy de aquellas sesiones de espiritismo que congregaban a la alta sociedad? ¿Qué fue de aquellas medium cuya fama sobrepasó fronteras? ¿O de aquellos pseudofilósofos que propagaban sabidurías ocultas?




¿Alguien recuerda quién fue Madame Blavatsky? Helena Petrovna Blavatsky (1831-1891) fue una escritora ocultista rusa, fundadora de la Sociedad Teosófica. Sus libros más importantes son Isis sin velo y La clave Secreta. (Yo encontré en una librería de viejo de la Cuesta de Moyano, un ejemplar editado en los años 20 de Isis sin Velo, que no creo que conserve, y otro libro del teósofo español Mario Roso de Luna). Esta mujer fue tremendamente popular el siglo XIX, pero la ciencia, o la realidad si se quiere, barrió el recuerdo de Madame Blavatsky y sus esotéricas elucubraciones. La Teosofía fue un movimiento ecléctico occidental que fundía religiones como el cristianismo, el budismo y el hinduismo, y estaba directamente relacionado con los movimientos esotéricos espiritistas de finales del siglo XVIII, como los Gnósticos y los Rosacruces. Proponían el conocimiento de Dios a través del desarrollo espiritual y la intuición directa, fundiendo en un todo armonioso religión, ciencia y mitología. Y lo que son las cosas, resulta que, tras años de olvido, es esto mismo lo que predican ahora los cristianos posmodernos -Vattimo, Caputo-, aunque sin incluir la parafernalia espiritista. 

Hemos olvidado un poco la fantasía, estas cosas son recuerdos en blanco y negro, como las películas de Drácula y el Hombre Lobo. No es que creyéramos a pie juntillas en todo aquello, pero dejábamos una puerta abierta a la imaginación. 

Nada tan romántico como esos barcos que se encuentran a la deriva en el océano, cuya tripulación ha desaparecido misteriosamente. Esos enigmas nunca han llegado a resolverse. Ha habido muchos casos de este tipo.




Quizá el más emblemático fue el del Mary Celeste, un bergantín botado en Escocia en 1861. El 5 de noviembre de 1872 zarpó, con el capitán Benjamín S. Briggs al mando, desde el puerto de Nueva York. La tripulación consistía en siete hombres, además de la mujer y la hija de dos años del capitán.Transportaban barriles de alcohol industrial hasta Italia. 

Un mes después, exactamente el 5 de diciembre, hacia las tres de la tarde, la tripulación del Dei Gratia, un barco que navegaba desde Nueva York hasta Gibraltar, avistó el bergantín cerca de las Azores. El capitán de este barco, David Reed Morehouse, conocía a Briggs, por lo que, cuando estuvieron los dos barcos lo suficientemente cerca y leyó el nombre del bergantín , Morehouse se temió lo peor, ya que de inmediato se dio cuenta de que no había nadie en cubierta. El capitán mandó a algunos de sus hombres al Mary Celeste para registrarlo y ayudar en lo posible. Al llegar al barco, no encontraron a ninguno de los tripulantes ni a la familia Briggs. La ropa de unos y otros estaba ordenada en sus respectivos cajones. No encontraron el bote salvavidas, el sextante, el cronómetro ni la bitácora. El diario de navegación se encontraba en el cuarto del capitán; la última anotación era del día 24 de noviembre, pero no señalaba nada relevante. Según el diario, el tiempo había estado revuelto, pero ninguna otra circunstancia de gravedad. El misterio del Mary Celeste conmovió a la sociedad de su época y se hicieron múltiples suposiciones para explicar lo sucedido. Incluso el escritor Conan Doyle escribió una novela sobre el asunto. Nunca se llegó a descifrar el misterio del Mary Celeste.

Nada mejor para terminar que el 5º movimiento, Songe d'une Nuit du Sabbat", de la Sinfonía Fantástica, de Hector Berlioz.