Atardecer en Tampa (Florida) |
Por casualidad encontré en internet un libro autobiográfico de Lodewyk H.S. Van Mierop. "Doctor Bob" es el título del libro (Outskirts Press, 2012). Los americanos, con su eficacia simplificativa tradicional, encontraron incómodo desde el principio el nombre de este inmigrante holandés y siempre fue conocido como Bob. Conocí a Bob Van Mierop en 1974 cuando, junto con mi amigo y compañero el doctor Víctor Pérez Martínez, ya fallecido, viajé con una beca a Estados Unidos para perfeccionar conocimientos de morfología de las cardiopatías congénitas y embriología del corazón. El profesor Van Mierop era y es conocido en todo el mundo por sus trabajos sobre el desarrollo cardiaco y las enfermedades congénitas del corazón, y fue pionero e impulsor de la cirugía cardiaca pediátrica en Estados Unidos.
Previamente Víctor y yo habíamos permanecido unos meses en el Childrens Hospital de Boston, en el Departamento de Morfología Cardiaca que dirigía Richard Van Praagh, curiosamente otro apellido holandés, aunque éste más remoto, ya que Richard era canadiense. Ambos investigadores trabajaban con corazones infantiles y discrepaban en muchos aspectos, lo que no les impedía tener una relación amistosa. Van Mierop me pareció un hombre un poco adusto, aunque no desprovisto de sentido del humor, que nos recibió con la máxima cordialidad. Gran parte de la historia que relata en su libro nos la contó entonces en agradables veladas junto a su mujer y sus hijos.
Nació en Java de padres holandeses y desde muy joven se sintió fascinado por la naturaleza y la ciencia. Durante la Segunda Guerra Mundial, después de que casi todo el sudeste de Asia hubiera sido invadido por los japoneses, todos los ciudadanos occidentales fueron internados en campos de prisioneros. Hombres y niños mayores de 17 años se mantuvieron en campamentos separados de los que alojaban a mujeres, niños y ancianos. Los prisioneros sufrieron humillaciones, palizas y hambre. Entre estos jóvenes se encontraba Van Mierop. Al terminar la guerra abandonó el campamento muy delgado y hambriento, pero con una salud razonablemente buena. Después de múltiples vicisitudes, que relata en su libro, se hizo médico en la Universidad de Leiden y años más tarde emigró a Estados Unidos, donde se convirtió en una autoridad mundial en las cardiopatías infantiles. Era, en 1974, profesor en la Universidad de Florida, en Gainesville, y allí acudimos mi amigo Víctor y yo a perfeccionar conocimientos de nuestra especialidad.
Además de la medicina, su gran pasión era el mundo animal. De lo primero que nos habló, en relación con España, fue de Félix Rodríguez de la Fuente, al que tenía en alta estima y conocía todos sus documentales.Tenía en su casa un gran serpentario que abarcaba muchas especies, incluyendo grandes serpientes pitón y otros ofidios de mordedura mortal, lo cual producía en los visitantes una razonable inquietud. Hacía muchos años que no oía hablar de él cuando descubrí su libro. Le recuerdo con cariño y agradecimiento por su enseñanza. Un saludo desde la distancia y el tiempo, Dr. Bob.
Nació en Java de padres holandeses y desde muy joven se sintió fascinado por la naturaleza y la ciencia. Durante la Segunda Guerra Mundial, después de que casi todo el sudeste de Asia hubiera sido invadido por los japoneses, todos los ciudadanos occidentales fueron internados en campos de prisioneros. Hombres y niños mayores de 17 años se mantuvieron en campamentos separados de los que alojaban a mujeres, niños y ancianos. Los prisioneros sufrieron humillaciones, palizas y hambre. Entre estos jóvenes se encontraba Van Mierop. Al terminar la guerra abandonó el campamento muy delgado y hambriento, pero con una salud razonablemente buena. Después de múltiples vicisitudes, que relata en su libro, se hizo médico en la Universidad de Leiden y años más tarde emigró a Estados Unidos, donde se convirtió en una autoridad mundial en las cardiopatías infantiles. Era, en 1974, profesor en la Universidad de Florida, en Gainesville, y allí acudimos mi amigo Víctor y yo a perfeccionar conocimientos de nuestra especialidad.
Además de la medicina, su gran pasión era el mundo animal. De lo primero que nos habló, en relación con España, fue de Félix Rodríguez de la Fuente, al que tenía en alta estima y conocía todos sus documentales.Tenía en su casa un gran serpentario que abarcaba muchas especies, incluyendo grandes serpientes pitón y otros ofidios de mordedura mortal, lo cual producía en los visitantes una razonable inquietud. Hacía muchos años que no oía hablar de él cuando descubrí su libro. Le recuerdo con cariño y agradecimiento por su enseñanza. Un saludo desde la distancia y el tiempo, Dr. Bob.