miércoles, 19 de junio de 2019

Solo es Rock and Roll


No recuerdo cuando escuché por primera vez un rock and roll, pero sí recuerdo que, a pesar de mi incontrolable
torpeza, aprendí enseguida  a bailarlo. Seguramente me enseñaron mis hermanas que siempre iban por delante en estas cosas. Es un lugar común decir que el rock and roll supuso una ruptura total en la música popular, pero fue más que eso. Creó una profunda revolución social entre los menores de 20 años que desconcertó y alarmó a los adultos. Por primera vez los jóvenes tenían su propia música. Una música que tenía sexo. El reverendo Mc Pherson dijo en 1956: “Si vuestros hijos siguen escuchando esa música sexual y salvaje de los negros acabarán por parecerse a ellos; la promiscuidad sexual y la pérdida de respeto a toda autoridad serán la consecuencia inmediata”. No le faltaba razón al reverendo. 


La música popular en Estados Unidos anterior a esta revolución estaba enfocada sobre todo a los adultos y el baile no solía realizarse en las casas particulares, sino en salones donde tocaban grandes orquestas y los vocalistas siempre iban de esmoquin. Triunfaban los crooners como Bing Crosby, Perry Como o Frank Sinatra y sus melodías sonaban dulces y almibaradas, que era lo socialmente correcto en aquella época. Los adolescentes tenían que conformarse con la música de sus padres. Hablamos naturalmente de los jóvenes blancos, porque los negros tenían su propia música, el R&B (Rhythm and Blues), y ambos estilos discurrían en mundos paralelos. El rock and roll vino a unificarlos y creó una revolución juvenil que tuvo un alcance mundial.

Después de la Segunda Guerra Mundial los tiempos eran difíciles, la gente había vuelto a sus casas, lloraba sus muertos y nadie quería saber nada de revoluciones. Aunque en las emisoras del sur triunfaba el R&B, esas músicas estaban prohibidas en las radios blancas. El negocio de las compañías discográficas estaba agonizante. Sin embargo, a mediados de los 50, los teenagers, ajenos a la depresión de posguerra, empezaron a tener poder adquisitivo, compaginaban sus estudios trabajando en bares y gasolineras. Tenían dinero para gastar pero no tenían una música propia. Las compañías discográficas se dieron cuenta de que existía un inesperado mercado potencial, pero no tenían una música diferente que ofrecer. Así las cosas, en 1954, alguien tuvo la genial idea de mezclar  Country and Western con  R&B y montaron un disco que titularon Rock Around de Clock. Acertaron de pleno, ese disco se convirtió en un éxito mundial entre los teenagers. El primer rock and roll estaba interpretado por Bill Haley and his Comets, un grupo desconocido con intérpretes mediocres. Bill Haley , un discreto cantante country, ya tenía treinta años y estaba casado y con hijos cuando lo grabó. Era un tipo gordito, de cara redonda, con un absurdo rizo en la frente pegado con brillantina. Pero le vino Dios a ver. 


Como siempre ocurre en este tipo de fenómenos sociales, se necesitaba un emblema: teníamos la música, ahora necesitábamos un icono. Lo encontramos en Elvis Presley: no solo cantaba bien, además tenía nuestra misma edad y un estilo diferente en la ropa y en el lenguaje, y sus movimientos cuando cantaba eran realmente obscenos. A mi juicio no fue el mejor cantante de rock, pero tenía una voz incendiaria repleta de sexo. Su primer disco, That´s all right (Mama) fue un auténtico escándalo. 


Cuando por fin accedieron mis padres a comprar ese disco, me encerré con mis hermanos en un cuarto y pusimos el tocadiscos a todo volumen. Instantes después mi padre abría la puerta sobresaltado. Alguno de nosotros dijo: “No pasa nada, papá. Solo es rock and roll”.