domingo, 16 de agosto de 2020

Las piscinas de David Hockney



David Hockney, uno de los pintores contemporáneos por los que siento una mayor afinidad, es sinestésico. Él ve colores como respuesta a estímulos visuales. Esta propiedad ha sido muy frecuente en los artistas. Durante un ensayo en Weimar, en 1842, Franz Listz sorprendió a la orquesta cuando exclamo: "Por favor, caballeros, ¡un poco mas azul, ese tono lo precisa!". Y en otro pasaje "Este es un violeta profundo, por favor, ¡no lo olviden! ¡No tan rosado!" El famoso compositor húngaro era sinestésico.


¿Pero qué es la sinestesia? La ciencia dice: "Sinestesia es la asimilación conjunta o interferencia de varios tipos de sensaciones de diferentes sentidos en un mismo acto perceptivo". Vale, pero esta definición tan académica no nos descubre la magia de este fenómeno. Un sinestésico puede oír colores, ver sonidos, y percibir sensaciones gustativas al tocar un objeto. No es que lo asocie o tenga la sensación de sentirlo: lo siente realmente.


¿Cómo es posible este prodigio? Todavía no sabemos muy bien porqué se produce, a pesar de que ya era conocido por los filósofos griegos. En 1880, Sir Francis Galton publicó la primera comunicación científica sobre la sinestesia. Hasta entonces, los que aseguraban que la música tenía color o que podían saborear las palabras eran considerados dementes. A causa de esto, muchos sinestésicos preferían ocultar sus percepciones, y otros canalizaban sus habilidades por la vía del arte, terreno en el que su "excentricidad" era menos comprometida. 


Si en el siglo XIX este fenómeno se consideraba un trastorno mental, podemos imaginar su significado en la Edad Media. Cuántas personas habrán sido condenadas a la hoguera, acusadas de brujería, o sometidas a tenebrosos exorcismos, solo por confesar que percibían los colores del viento o el sabor de los nombres.


¿Pero es o no es un trastorno mental la sinestesia?  Esta era la respuesta de Oliver Sacks: “Hace veinte años, la sinestesia –unión automática de dos o más sentidos- era considerada por los científicos (y eso cuando se la tenía en cuenta) como una curiosidad rara. Ahora debemos considerarla como una parte esencial y fascinante de la experiencia humana”. Y debía tener razón, porque para la mayoría de los "afectados", la sinestesia funciona como un don que enriquece su experiencia del mundo. 

Vladimir Nabokov, un sinestésico reconocido, en su autobiografía Speak, Memory, nos explica: ” El único inconveniente de la sinestesia es que, cuando alguien está hablando, es fácil distraerse con los colores de sus frases. (...) Para mí, por ejemplo, una H es siempre de color rojizo anaranjado, mientras que la L adopta el mismo tono que la leche en un tazón de cereales”


No está claro si Rimbaud y Baudelaire fueron sinestésicos auténticos, sobre todo el segundo, ya que las drogas, sobre todo el LSD, pueden crear sensaciones sinestésicas, y Baudelaire, como se sabe, era muy dado a experimentar con estas sustancias. Vean un verso de Baudelaire:

"Hay perfumes frescos como carnes de niños,
Dulces como los oboes, verdes como los prados,
Y otros corrompidos, ricos y triunfantes".

O el famoso el soneto de Arthur Rimbaud, titulado "Voyelles", que en su inicio describe los colores de las vocales. Comienza así:

"A negro, E blanco, I rojo, U verde, O azul: vocales
Yo diré algún día vuestros nacimientos latentes:
A, negro corsé velludo de las moscas brillantes
Que zumban alrededor de hedores crueles",


Quizás también fueron sinestésicos Mondrian y Klee. Seguro lo fue Vassily Kandinsky, quien en sus cuadros afirmaba combinar cuatro sentidos: olor, color, tacto y olor. Concluyo con  otra afirmación de Oliver Sacks: "Quienes disfrutan de esta cualidad, poseen un elevado coeficiente intelectual, así como una gran inteligencia emocional".


Ah, olvidaba decirles que a David Hockney le encantan las piscinas.