martes, 29 de julio de 2014

Frutos rojos


The End

Hay cantantes de una sola canción como hay novelistas de una sola novela. Esto no quiere decir que el cantante o el escritor no tengan en su haber otras músicas o literaturas, sino que, de todas ellas, solo una se elevó sobre  las demás y se convirtió en eterna. Earl Grant (1931-1970) fue un músico y ocasional vocalista no muy conocido, ni siquiera para la gente de mi edad. Era un músico de escuela, interprete de piano y órgano, que rara vez hacía oír su voz, y las pocas veces que cantaba lo hacía en el estilo de Nat King Cole y los crooners de su época. Pero en 1958 grabó un single para la compañía Decca que daría un vuelco total a su casi anónima carrera. Era una canción pop, llamada "The End", compuesta por  Jimmy Krondes y Sid Jacobson. Krondes, el autor de la música, fue también un músico de una sola canción, ya que todo lo que compuso antes o después no alcanzó ni de lejos el éxito de "The End". Por el contrario, Sid Jacobson, el autor de la letra, es un conocido escritor americano especializado en literatura infantil (es el creador del fantasmita "Casper") que en los años 50-60 le dio por escribir canciones para artistas famosos como Frankie Avalon ("A boy without a girl") o Dion and the Belmonts.


"The End" fue un éxito inmediato que alcanzó enseguida el séptimo lugar en el Billboard Hot 100. Su eco no se ha olvidado en nuestros días. No es fácil comprender por qué Earl Grant fue tan reticente a la hora de cantar, ya que su voz era cálida, un poco agreste, y carecía del almíbar característico de los mencionados crooners. Además de cantar, en "The End" también tocaba su órgano Hammond. Murió a los 39 años en un accidente de coche.