viernes, 8 de noviembre de 2013

Licencia para pensar

Ahora es otoño. Hojas amarillas y rojizas en los árboles. Son inseparables otoño y melancolía. No importa, me gusta el otoño y quizá también la melancolía. Melancolía, una palabra un poco en desuso. Ahora decimos más a menudo ansiedad, depresión… Pero no es lo mismo, melancolía es recordar, recordar cualquier cosa, recordar un momento. La vida está hecha de momentos, de recuerdos y olvidos. Hay un olvido que se relaciona con el paso del tiempo y otro inconsciente que elimina cosas y situaciones que en algún momento nos hicieron daño. Los recuerdos no son perfectos. En ocasiones recordamos cosas que nunca sucedieron. Otras veces hay recuerdos de cosas no especialmente importantes que se adhieren a la memoria y persisten con inexplicable tenacidad. Los recuerdos son anárquicos, fluyen sin orden ni concierto. Con un pequeño esfuerzo uno intenta reconducir la cronología de los acontecimientos, pero casi siempre fracasa, porque  entonces los recuerdos empalidecen y se agotan y crean vacíos, como si se tomaran una pequeña venganza.


Leo la prensa en Internet. Solo titulares, alguna noticia, algún artículo. Ayer se conmemoraba el centenario de Albert Camus. Me sorprendió leer que en sus comienzos fue criticado, o desestimado, porque no tenía una formación filosófica integral. Fernando Savater recuerda que, para sus detractores, Camus fue en todo caso “un filósofo para alumnos de bachillerato". Hoy sigue siendo la opinión de no pocos académicos. Decían que un filósofo no se expresa con novelas o teatro. En este punto me pregunto si lo que leo es un homenaje o una demolición. Savater concluye: "Digamos que fue un espontáneo que saltó al ruedo de la filosofía". No salgo de mi asombro: ¿hay que tener licencia para pensar? ¿No se le permite a la gente corriente expresar sus pensamientos? Hay algo erróneo en todo esto, tal vez una valoración desmedida de la erudición. Es un hecho que los filósofos y sus indemostrables hipótesis,  se ven amenazados en el mundo de hoy por el pragmatismo de la ciencia.  En fin, no sé si Albert Camus fue un filósofo con denominación de origen, pero en todo caso fue un gran pensador y así prefiero recordarlo. 

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