De mis amigos brasileños |
Javier Marías vuelve a quejarse en su artículo de hoy de las
descargas ilegales de libros y se lamenta de que mucha gente piense que la
cultura debe ser gratuita. También Cesar Antonio Molina (el que no tenía
glamour, ¿recuerdan?) se apunta a esta guerra y se enfada porque los escritores
de prestigio venden poco (¿él?). Ya he expuesto aquí mi opinión sobre la
ilegalidad de las descargas gratuitas, pero voy a hacer alguna matización.
Consideren esta secuencia: En un determinado momento la gente descubre en
Internet la posibilidad de descargar películas, series de televisión, discos y
libros sin que le cueste un euro. Un porcentaje de usuarios, digamos un 25%,
tiene escrúpulos morales y rechaza la gratuidad; el resto dice que "verdes
las han segado" y atiborra sus discos duros con productos pirateados.
¿Cómo es posible que ocurra esto, si tiene toda la pinta de ser un atentado
contra la propiedad intelectual?, se preguntan algunos. Es que en Internet hay
un vacío legal, contestan los enterados. Y uno piensa: bueno, si sobre esta
materia no hay ley, los legisladores harán una dentro de poco. Veamos lo que
ocurrió en España y en otros países.
El 27 de noviembre de 2009, el gobierno Zapatero presentó
como iniciativa legislativa la LES (Ley de Economía Sostenible), cuya
disposición final cuadragésimo tercera era la famosa Ley Sinde, relativa a la
regulación de webs y la protección de la propiedad intelectual. Sin embargo,
por causas desconocidas, fue eliminada del proyecto de ley en el debate parlamentario.
Aunque fue recuperada en el Senado, con ayuda del PP y CIU, y finalmente
aprobada en el Congreso en febrero de 2011, el gobierno de Zapatero no llegó
nunca a aprobar el reglamento de esta
ley por falta de consenso entre sus miembros (?). Tuvo que ser el siguiente
ejecutivo, tres años después, con el inefable ministro Wert a la cabeza, el que
de manera definitiva pusiera en marcha la Ley Sinde en febrero de 2012. Un mes
antes se había producido una conmoción mundial por el cierre de Megaupload por
parte del FBI.
¿Han llenado el vacío legal estas medidas? En nuestro país,
que sepamos, lo único que ha hecho la Ley Sinde ha sido cerrar Series Yonkis,
la cual, diez días después, ha reaparecido con otro nombre sin que nadie haya
importunado a los responsables. Por su parte Kim Dotcom, el dueño de
Megaupload, estrenó sin problemas, un año después, el estupendo servidor Mega
con más de lo mismo. Por su parte, las webs que ofrecen enlaces de descarga de
música y libros ni siquiera han sido apercibidas, al menos las que yo
frecuento. Sí he observado lo siguiente: los libros que puede uno bajarse de
estas páginas tienen, por lo común, dos años o más de antigüedad y por lo
tanto, salvo que sean éxitos de ventas, ya no están en las librerías. Pero
estas webs, una o dos veces por semana ofrecen un libro muy reciente.
("Así empieza lo malo", la última novela de Javier Marías, estaba en
la red tres días después de su publicación). Y, curiosamente, la novedad suele
ser la misma en todas las webs. Es fácil sospechar que esos libros tan nuevos
no los sube un particular, sino las propias editoriales como un mecanismo de
publicidad encubierta. Si los autores están al tanto o no de la maniobra, lo
ignoro, pero mi admirado Javier Marías y los demás deben asumir que no son solo
los descargadores ilegales los que lesionan su propiedad intelectual y
menoscaban sus ganancias. En cuanto a todo lo demás, uno tiene la impresión de
que reina la hipocresía más descarada. Nadie, ningún gobierno, tiene verdadera
intención de acabar con la piratería en Internet. Véase si no el calvario de la
Ley Sinde y sus pobres resultados, o la intervención simbólica del FBI en
contadas ocasiones.
En la película Casablanca, cuando el capitán Renault, por
orden del mayor Strasser, cierra el café de Rick, éste pregunta a su amigo por
qué lo hace. Renault, con expresión severa, exclama: "¡Qué escándalo, qué
escándalo, en este café se juega!" En ese momento un camarero se acerca al
policía y dice: "Capitán Renault, sus ganancias".
Fuente: Wikipedia
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