- Habla usted
demasiado de política -me dijo ayer el espíritu.
-¿Y qué quiere que haga si no se habla de otra cosa? -me
defendí -. Con mi mujer hablo de política, con mis hijos hablo de política, las
páginas de opinión de la prensa están llenas de política... hasta leo libros de
política, algo que no había hecho nunca.
-La culpa es de la corrupción, claro.
- De la corrupción y de Podemos. Raro es el día que no hay
un comentario en la prensa sobre Podemos y yo, créame, a veces tengo que hacer
esfuerzos para no escribir sobre ellos. Estos chicos están en la cresta de la
ola, atemorizan a unos, desconciertan a otros y llenan el vacío de ilusión de
mucha gente. Unos piensan que son el Apocalipsis y otros que son la resurrección y la vida.
-¿A usted le atemorizan o le ilusionan?
-Ni una cosa ni otra. Ya soy muy mayor para temerle al lobo
feroz o para quedarme embobado con los trucos de magia. ¿Sabe lo que me
preocupa si ganan? Que se queden a medias, que no puedan cumplir sus promesas, que
repitan lo de "OTAN, de entrada no" para luego pedir un sí urbi et
orbe, como hizo González en los 80. Porque mire, si los de Iglesias no ganan,
si se quedan en tercera fuerza, apaga y vámonos. A la gente de este país no le
interesan para nada las terceras fuerzas. Si Podemos fracasa seguiremos con el
bipartidismo puro y duro en el más depurado estilo lampedusiano, que es lo que en
el fondo desean con fervor tanto el PP como el PSOE y ponen todos los días
velas a Santa Rita para conseguirlo. Podemos es, para los establecidos, la
amenaza, el espantapájaros, el nubarrón, cualquier cosa que simbolice el temor
a perder los privilegios del poder. Y para los que están fuera, para los
agraviados, es el castigo, la espada flamígera, el ángel exterminador.
- ¿Cree usted que los políticos merecen un castigo?
- Sí, la mayoría, pero como ha dicho un escritor amigo no se
puede confundir el castigo del delito con la solución, aunque forme parte de
ella. Desde luego ha habido delitos, corrupción, fraude, nepotismo, robo a mano
armada, lo que usted quiera. Pero esto ya lo sabía mucha gente antes de la
crisis. ¿Por qué nos sorprende ahora? Mire, no me gusta repetirme, ya escribí
algo de esto en otra entrada. Somos un pueblo que vitorea la obviedad, eleva al
oportunista que dice en público lo que todo el mundo ha pensado. Ésa es la
carta ganadora de Podemos. Pero lo que a mí me asusta es la letra pequeña.
- ¿A qué se refiere?
- Al cambio. El mundo ha cambiado y nosotros no vemos más allá
del señor Mas o el señor Iglesias, nuestros problemas son de patio de vecinos,
la última ficha del dominó. Lo dice con claridad el economista Tyler Cowen: "Quien
cumplía las reglas del juego de una sociedad conseguía la estabilidad. Esto es
lo que se ha acabado". Una visión pesimista pero lúcida. Ya no vale el
esquema anterior de la clase media: educación básica, universidad, titulo,
empleo, carrera profesional, hijos, educación, etc. La gente no sabe lo que le
va a ocurrir: hay una dispersión de ideas, una patada al puzle, una
desconfianza masiva en las jerarquías, cada mañana nos cuentan un futuro
diferente, más o menos catastrófico, se esbozan soluciones contradictorias,
nadie sabe qué hacer, solo permanecen incólumes Messi y CR. Nunca fue más
cierta la frase de Sir Francis Bacon: "Truth
emerges more readily from error than from confusion". Ahora bien, ¿cambia todo por la crisis o hay
crisis como consecuencia del cambio? La desigualdad, la corrupción, la deshonestidad
son solo síntomas, ¿pero cuál es la enfermedad, el diagnóstico? Creo que nadie
lo sabe. Los diagnósticos son tan dispersos como todo lo demás.
- ¿Tendrá Podemos la solución?
- No lo creo. Ellos invocan la voluntad popular como
depositaria de la verdad. ¡Se ha hecho tantas veces! Mire, hay una marca de lencería
americana que ha renunciado a utilizar Photoshop en sus imágenes publicitarias.
Como consecuencia sus ventas han aumentado de manera sorprendente. ¿Habrá
alguna vez políticos que declaren sin rubor que ni ellos ni el pueblo son
perfectos? Vivimos, no sé desde cuando, en una democracia Photoshop.
- Se ha puesto usted trivial.
- Qué remedio.
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