Pensando en Podemos me he acordado del poema de Cavafis:
¿Qué esperamos
congregados en el foro?
Es a los bárbaros que
hoy llegan.
¿Por qué esta inacción
en el Senado?¿Por qué están ahí sentados sin legislar los senadores?
Porque hoy llegarán
los bárbaros.
¿Qué leyes van a hacer
los senadores?
Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros.
......
No me digan que no es profético. Una cosa muy notable es que
los comentaristas políticos parecen conocer las intenciones de Podemos mejor
que sus propios inventores. Comentarios a menudo contradictorios, claro, porque
dependen de cómo le sople el viento político al comentarista. Servidor de
ustedes se limita, en la medida de lo posible, a analizar lo que dicen los
militantes de Podemos. Hace unos días se me encendió una luz roja al leer un
artículo periodístico de dos de sus dirigentes. Dicen
Monedero y Montero: "Hemos venido a moralizar la vida
pública, democratizar el poder y recuperar la felicidad". No lo puedo remediar, cuando me
hablan así pienso que me están vendiendo uno de aquellos brebajes curalotodo
que ofrecían los charlatanes a la gente sencilla.
La palabra
democracia se usa en el mundo occidental como una panacea para casi todo. No
hay partido político, sea cual sea su ideología, que no utilice el concepto de
democracia como ingrediente mágico en sus programas electorales, y el mejor
dardo que pueden arrojar al adversario es acusarlo de antidemocrático. La paradoja es que esa democracia que nos
parece inexcusable como forma de gobierno está ausente en los otros estratos de
nuestra sociedad. Vivimos en una sociedad por completo jerárquica y, aunque
haya excepciones, todo lo que hacemos se fundamenta en estructuras
jerarquizadas: el mundo laboral, el mundo académico, la familia, la justicia,
la información, el comercio, las fuerzas de seguridad, el ejército y por
supuesto la Iglesia (con la curiosa excepción de la elección del Papa que, a su
modo, es democrática). Se podría pensar que en el arte no hay jerarquías, pero
también los artistas están sometidos a los vaivenes de la oferta y la demanda.
Este mundo es jerárquico porque nos agrupamos de manera tribal como mejor medio
de defendernos, y esto ha ocurrido desde la noche de los tiempos y está impreso
en nuestros genes (no en los "memes", ese concepto absurdo e
inexistente que está tan de moda). Así que, ustedes perdonen, pero la humanidad
no es democrática. Para cambiar este estado de cosas surgieron los movimientos
anarquistas y asamblearios, pero la historia ha demostrado que estos sistemas
solo pueden funcionar en comunidades pequeñas y de ninguna manera en la
organización disciplinaria de un partido político. Querámoslo o no nuestra
sociedad necesita tener líderes que ocupen el vértice de la pirámide
jerárquica, un lugar donde la democracia brilla por su ausencia.
A la democracia se le han
atribuido distintos significados a lo largo de la historia y aun hoy se
interpreta de manera diversa en función de lo que se quiera conseguir ondeando
su bandera. Se suele señalar -con una visión un tanto superficial del asunto-
como modélica la democracia ateniense, ya que fue en Atenas donde nació este
sistema político. Pero lo que hoy se entiende por democracia tiene poco que ver
con lo que hacían los antiguos griegos. La asamblea estaba compuesta por todos
los ciudadanos varones de Atenas, la selección de representantes se hacía por
sorteo (un método que quiere resucitar ahora el economista francés Étienne
Chouard ) y las decisiones se tomaban por mayoría. Sin embargo no era una
democracia total, dado que las mujeres, los esclavos y los extranjeros no
tenían derecho a voto, de modo que los problemas se dirimían entre unos pocos,
de forma más asamblearia que representativa. Eso sí, si un dirigente se
extralimitaba en su poder, se le destituía sin contemplaciones y se le
castigaba con el exilio o la muerte. Los romanos, más pragmáticos,
experimentaron todas las formas de gobierno conocidas, desde la república a la
monarquía absoluta, pasando por la dictadura y el triunvirato (una directiva de
tres es lo que reclama uno de los dirigentes de Podemos). Pero Roma tampoco
creía en la igualdad de todos sus ciudadanos; sus cambios de sistema de
gobierno no estaban motivados por ideales abstractos, sino por las necesidades
políticas, económicas o territoriales que surgían en un momento dado.
Suele decirse que la democracia
moderna nació en el período de la Ilustración como una forma de enfrentarse al
absolutismo político. Me temo que más que un enfrentamiento real fue un
compromiso entre la debilitada oligarquía y la creciente burguesía. El poder
siempre ha pactado para superar los momentos de crisis o incertidumbre,
confiando en que una vez instalados los parias en el poder olvidarían con
rapidez los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, tan ilusionantes desde
la pobreza, para disfrutar de las prebendas recién adquiridas. El propio
vizconde de Tocqueville, tan manoseado por los políticos actuales, que fue un
adalid de la democracia después de la Revolución Francesa, advertía que
"la voluntad de la nación" es una de las expresiones que más
profusamente han sido objeto de abusos por parte del astuto despótico de cada
época; también que "la democracia puede ser la base tanto de la libertad
como del despotismo"; y una frase demoledora: "En política, compartir
los odios es la base de la amistad". Su coetáneo Benjamin Constant
afirmaba: " Han entregado el poder a la sociedad en su conjunto. Y de la
sociedad en general ha pasado necesariamente a la mayoría, y de la mayoría a
las manos de unos pocos y a menudo de uno solo. Y de este modo se han producido
los mismos males que antes." No puede decirse que estas reflexiones hayan
perdido vigencia.
Por tanto, identificar
democracia y perfección como pretenden los políticos, sean viejos o recién
llegados, -y como creímos muchos de mi
generación cuando murió el dictador-, es una falacia. Pero si asumimos su
imperfección, los ideales que impulsan la democracia son defendibles. Ninguna
revolución alcanza por completo sus objetivos; pero siempre deja su marca en la
sociedad.
El poema de
Cavafis termina así:
¿Por qué empieza de
pronto este desconcierto
y confusión? (¡Qué
graves se han vuelto los rostros!)
¿Por qué calles y
plazas aprisa se vacían
y todos vuelven a casa
compungidos?
Porque se hizo de
noche y los bárbaros no llegaron.
Algunos han venido de
las fronteras
y contado que los
bárbaros no existen.
¿Y qué va a ser de
nosotros ahora sin bárbaros?
Esta gente, al fin y
al cabo, era una solución.
Moralizar la vida pública, democratizar el poder y recuperar la felicidad? Suena como a algo que predican en la calle (o de casa en casa) los Legionarios de Cristo, los miembros del Opus o cualquiera de esas pequeñas sectas cristianas. La frase no la había leído, pero en ese contexto consigue dar miedo. Suena también a imposición. Y de acuerdo que habrá que imponerse, pero políticamente es una declaración poco afortunada.
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