martes, 30 de septiembre de 2014
La voz solar
La voz de Giuseppe di Stefano (1921-2008) interpretando canciones napolitanas es un recuerdo imborrable de mi infancia.
Fue uno de los primeros discos microsurco (un LP de La Voz de su
Amo) que entraron en mi casa cuando mi padre compró una radiogramola Philips,
un mueble de estilo años 50 que fue muy admirado. El disco, una grabación mono
por supuesto, tenía la etiqueta roja típica de HMV, otra imagen grabada en mi
memoria. (Como en Internet se encuentra todo, les dejo una posible imagen del
disco). Ahora tengo un cd con igual contenido, pero la digitalización es tan
mala que es mejor no oírlo. La información que proporcionaba el disco original
era muy escasa, solo decía que el tenor cantaba acompañado de una innominada
pero estupenda orquesta dirigida por Dino Oliveri. (¡Aquellos violines
elegíacos en 'O sole mio!) Yo entonces no sabía nada de música
clásica ni de ópera, ni de voces ni de cantantes. Me gustaban el Rock and Roll,
las baladas High School americanas y algo de la chanson francesa. Pero la voz abierta, luminosa, vital de Giuseppe
Di Stefano y la belleza intrínseca de las canciones napolitanas, crearon en mí
un poderoso impacto emocional que me hacía escuchar aquella música una y otra
vez. Y, lo mismo que ocurre con esos libros míticos que uno lee en la
adolescencia sin conciencia crítica y los consagra para siempre, todas las
versiones de canciones napolitanas que he escuchado a lo largo de mi vida,
interpretadas algunas por espléndidos cantantes, siempre me han parecido
inferiores emocionalmente a las de aquel disco seminal de Di Stefano.
La canción napolitana no es
diferente en esencia a la música folklórica de cualquier lugar, ni se necesitan
voces excepcionales para cantarla. Su incorporación a la lírica ocurrió cuando
el famoso tenor napolitano Enrico Caruso empezó a utilizar estas canciones como
encore en sus recitales operísticos.
Desde entonces la mayoría de los tenores, imitando a Caruso, suelen incluir esta música en
sus conciertos y grabaciones, lo que le ha conferido un rango semioperístico.
En el siguiente vídeo pueden
escuchar a Giuseppe Di Stefano cantando "Santa Lucia luntana". No es
de las napolitanas más conocidas, pero en ella se puede escuchar el hermosísimo diminuendo que ejecutaba este cantante.
La grabación que ofrece You Tube es, milagrosamente, la misma que me emocionó
en mi infancia. Seguiremos hablando de Di Stefano y rescatando canciones de
aquel disco.
viernes, 26 de septiembre de 2014
Paradise
Ciurlionis. Paradise (1909)
Mikalojus Konstantinas Čiurlionis (22 de septiembre de 1875 – 10 de abril de 1911) fue un pintor y compositor lituano.
Los pedantes
Pedante, según la RAE: "Persona
engreída que hace inoportuno y vano alarde de erudición, téngala o no en
realidad".
Aunque es fácil distinguir a un
pedante por cómo actúa, por su forma de hablar y opinar sobre las cosas, justo
es decir que siempre es un juicio subjetivo, pues el pedante no se considerará él
mismo engreído y acusará de pedantería a otro que le supere en engreimiento. (Siempre
habrá quien califique de pedante lo que escribo). Este vano alarde de erudición
puede manifestarse en diversos aspectos de la cultura, pero sin duda es más
evidente en la literatura. En la música, por ejemplo, sería comprometido
afirmar que tal compositor o tal intérprete acusan este defecto, y otro tanto
podríamos decir de la pintura o de cualquier otra manifestación artística.
Como se sabe, a comienzos del
siglo XX las artes experimentaron grandes cambios que quebraron radicalmente la
ortodoxia secular. Así, en Música, la Segunda Escuela de Viena rompió con la
tonalidad y desarrolló formas nuevas como el dodecafonismo, el serialismo y la
música atonal. En la Pintura, la desestructuración de las formas clásicas fue
más amplia si cabe, con la aparición del cubismo y de la abstracción como estilos
más rompedores. También alcanzaron los vientos del cambio a la Literatura, y más
específicamente a la novela. Los escritores trataron de subvertir la rígida
estructura de la narración decimonónica creando la novela experimental. Estos
cambios, como siempre ocurre, fueron en principio incomprendidos por el gran
público. Pero el tiempo suaviza las aristas, y lo que ayer era vanguardia hoy
está incorporado a lo cotidiano o está olvidado. Así, vemos ahora coexistir en la
Pintura lo abstracto con lo figurativo y en la Música la tonalidad con su
ausencia, sin discordias dignas de mención entre sus representantes y sin que
ninguna tendencia se atribuya la autenticidad absoluta.
Con la novela no ha ocurrido lo
mismo. No ha habido género literario más vapuleado desde hace un siglo: cada
estilo ha tratado de aniquilar al anterior, se han creado idolatrías indiscutibles
y excluyentes, se ha hablado del resurgir, del hundimiento y hasta de la muerte
de la novela. Y en este "suburbio de la discordia", en palabras de
V.H.Auden, algunos escritores (ahora hablo de España) se han nombrado a sí
mismos depositarios de las más excelsas esencias literarias y paradigma de lo
único que merece la pena escribir, desautorizando y tratando como apestados a los
que escriben de otro modo. Ellos no advierten que es muy quebradiza la línea
sutil que separa la originalidad de la pedantería. Escribí en otra ocasión
sobre declaraciones públicas del escritor Vila-Matas y la escritora Marta Sanz.
Esta última, a propósito de si hay o no literatura en las series televisivas,
escribe lo siguiente:
Hace tiempo, el adjetivo literario se
utilizaba indistintamente para consagrar o denigrar una serie como Yo, Claudio.
También existían novelas cinematográficas. Ahora, cuando se dice de una novela
que es literaria —pleonasmo más bestia que el de los sus ojos tan fuertemente
llorando—, casi siempre el significado es peyorativo. En nuestra movediza
sociedad líquida, la sinestesia no se usa como instrumento crítico, sino que
los géneros se hibridan hasta el punto de que no nos extraña esa categorización
—ontológica— de lo audiovisual como literario. Mezcla y mistificación se
constituyen en eslóganes de un mundo en el que el tajo de la desigualdad es
hondo: el imaginario de lo líquido, ecléctico y lábil es eufemismo estético de
una ética de la globalización donde todo tiende a ser igual excepto los
capitales para adquirir bienes. La opacidad y lentitud de la palabra literaria,
y el espesor connotativo de un texto que no solo sea una historia, definen lo
literario. No obstante, prevalece la inmediatez del consumo televisivo
—normalmente de pago—, la anorexia expresiva, la supremacía de la trama y la
sintaxis de las narraciones frente al relieve semántico de esa literatura que
hace del esfuerzo crítico e imaginativo, del tiempo del lector, un ingrediente.
En una ceremonia in de la confusión entre lo popular y lo elitista, en un falso
difuminado de los límites, nos fascinan la banalización de la literatura
sometida a la superficialidad de ciertos lenguajes audiovisuales y la
metamorfosis seudointelectual del entretenimiento televisivo. La consideración
de las series como literatura resulta cuestionable académicamente y se vincula
con una corriente de desprestigio de la palabra literaria por parte de lectores
que experimentan cierto aburrimiento sine nobilitate, o que no se molestan en
leer y cubren su cuota de prestigio cultural con Mad Men. Yo prefiero la
adaptación televisiva de El comisario Montalbano. Esa me gusta de verdad.
(Marta Sanz Babelia
Desprestigio de la palabra 20/9/14)
¿Comprenden a qué me refiero?
martes, 16 de septiembre de 2014
La corrupción
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Distorsión. |
Quizá la corrupción, con ser abyecta, no sea el temido Leviatán que destruye la democracia. La opinión pública piensa que la corrupción es la causa principal de nuestras desdichas y los políticos prometen eliminarla para ganar votos. Hasta los partidos más socavados por la deshonestidad prometen enmendarse y ser impolutos como arcángeles en el futuro. Pero no parece que acabar con los corruptos, si es que se puede, sea la solución definitiva de nuestros problemas. Uno piensa que la corrupción es un ingrediente intrínseco de las democracias o de cualquier sistema de gobierno en cualquier país. El ser humano se corrompe, en mayor o menor medida, con bastante facilidad, quizá siguiendo el impulso genético de garantizar su subsistencia. Al fin y al cabo entre la clásica pregunta "¿Con IVA o sin IVA?" y los 500 millones en un paraíso fiscal solo hay una diferencia cuantitativa. Un gobierno inteligente no consideraría prioritario eliminar la corrupción, aunque intentase controlarla; no se puede evitar que la gente se mate en las carreteras, pero el estado puede mejorar las medidas de seguridad y establecer normas que reduzcan el número de muertos. Antes habría que corregir la desigualdad, que es el verdadero cáncer que nos ha ido corroyendo con sigilo los últimos años.
Yo apoyaré a los que prometan luchar contra la desigualdad, porque este problema si es posible resolverlo a nivel colectivo, con leyes y decretos, mientras que la corrupción es un problema individual. Restaurar el equilibrio entre lo público y lo privado y reducir la desigualdad social deben ser los principales objetivos para regenerar nuestra democracia. Si esto se consiguiera, la corrupción disminuiría por sí sola, o en todo caso sería más fácil combatirla.
Yo apoyaré a los que prometan luchar contra la desigualdad, porque este problema si es posible resolverlo a nivel colectivo, con leyes y decretos, mientras que la corrupción es un problema individual. Restaurar el equilibrio entre lo público y lo privado y reducir la desigualdad social deben ser los principales objetivos para regenerar nuestra democracia. Si esto se consiguiera, la corrupción disminuiría por sí sola, o en todo caso sería más fácil combatirla.
domingo, 14 de septiembre de 2014
Cielo Inmenso
Simulación informática de Laniakea
Un grupo de astrónomos ha descubierto ahora que las galaxias no están distribuidas al azar en todo el Universo, sino que se encuentran en grupos que contienen docenas de galaxias, y en cúmulos masivos que poseen cientos de galaxias, todas interconectadas en una red de filamentos (?) en la que las galaxias se ensartan como perlas. Han bautizado al supercúmulo donde se encuentra la Vía Lactea con el nombre de "Laniakea ("cielo inmenso" en hawaiano). Calculan que su diámetro es de 500 millones de años luz y contiene 100.000 galaxias. Estos descubrimientos le transportan a uno a la ciencia ficción de los años 50, y es de agradecer que estos astrónomos, como aquellos escritores, describan con palabras poéticas sus hallazgos.
Además Laniakea parece estar avanzando hacia lo que se llama el Gran Atractor, un gran valle gravitatorio en las proximidades de los racimos Centaurus, Norma e Hydra, a unos 160 millones de años luz de distancia de nosotros. Lo de Gran Atractor, más que pertenecer a la literatura mencionada, parece recién salido de una película fantástica de serie B.
No sabemos por qué existe el Universo y es improbable que lleguemos a saberlo alguna vez. Pero preguntar "por qué existe" es más importante que preguntar "cómo se originó". En general, a los científicos les importa descubrir cómo suceden las cosas, no por qué suceden, ya que ese por qué implica una causalidad que a menudo niegan. Creen estar razonablemente seguros de que el Universo se originó en un fenómeno cuántico singular, conocido popularmente como Big Bang, pero si se les pregunta por qué se produjo ese estallido, afirman que no existe ninguna razón: ocurrió por azar. El azar es el gran comodín de la argumentación científica y filosófica en nuestro tiempo, hace caer una cortina sobre lo que se desconoce y previene explicaciones no aceptables por la razón. Por ejemplo, la ciencia explica que la vida se originó cuando unas proteínas inertes aprendieron a replicarse, lo cual es altamente probable, pero si uno indaga por qué sucedió, la respuesta siempre es la misma: ocurrió por azar. Otro ejemplo. Aceptamos que, desde ese primer momento, los seres vivos han evolucionado según las leyes de Darwin, pero nadie nos explica por qué empezó a actuar la evolución.
Es sorprendente que a lo largo de la historia solo haya habido dos respuestas al misterio de nuestra existencia. La más antigua y generalizada es la hipótesis creacionista que, en sus diferentes versiones, se apoya en criterios sobrenaturales no verificables. La segunda hipótesis es el azar, que por su propia naturaleza tampoco es verificable, pero parece ser actualmente la respuesta más adecuada para la ciencia. ¿No puede haber otras hipótesis que no sean teístas o basadas en la incertidumbre?
Stephen Hawking ha escrito que no es necesario invocar ningún dios para explicar el origen del Universo, pero, si los periodistas han interpretado bien las palabras del científico británico, tampoco parece gustarle el azar. Ha preguntado "por qué".
Si usted piensa en el Universo incomprensible, es bueno escuchar a Bach, cuya música intemporal y también incomprensible nos ayuda a perdernos entre esas miríadas de estrellas. Escuche el Kyrie de la Misa en Si menor, si es posible sin ninguna connotación religiosa, y deje volar su pensamiento por la inmensidad del espacio.
miércoles, 10 de septiembre de 2014
Las series
¿Hay literatura
en las series de televisión? Esta
pregunta la hace El País a sus lectores y les anima a contestar. Yo quiero comentar algo sobre las series, así que intento dar mi opinión. Pero me entero
de que, como máximo, se pueden escribir 200 palabras, y como no me gusta que me
limiten, me olvido de El País y escribo en mi blog. Para empezar la pregunta es
idiota o está mal formulada. Yo
preguntaría: ¿Hay cine en las series de
televisión? Esto tiene más sentido, así que me contestaré a mí mismo.
Una cuestión previa. ¿Cuánta gente va al cine en estos
días? No lo sé con exactitud, pero mucha menos gente que antes: las grandes
salas han desaparecido y las películas de estreno duran un suspiro en cartel.
¿Por qué? Porque los televisores de alta definición y los equipos home cinema ofrecen una imagen y sonido perfectos,
y las cadenas televisivas ofrecen los nuevos films con un mínimo retraso con
respecto a las salas comerciales; y además Internet nos brinda una amplia variedad de cine on line. Y todo esto sin salir de casa.
De modo que al cine -con la excepción de cinéfilos recalcitrantes- debe ir de
forma mayoritaria la gente joven, que, igual que ocurría en mi época, le gusta
salir y alejarse lo más posible de los ambientes hogareños. Por otra parte, ahora
lo importante no parece ser la calidad de la película, sino las dimensiones del
tanque de palomitas.
Las series televisivas se han convertido en una poderosa alternativa
al cine en el ámbito familiar. Pero ¿qué son las series? ¿Larguísimas películas
de 15-20 horas de duración, exhibidas por entregas como los folletines
decimonónicos, o son películas cortas, de 45 minutos, a razón de 20-24 por
temporada? Más bien lo segundo, salvo honrosas excepciones, porque lo normal es
que en cada episodio de la serie cambien los guionistas y el director, y de
esta manera sea imposible mantener una coherencia continuada, tanto argumental
como cinematográfica. Así, uno descubre que el bondadoso personaje de los tres
primeros episodios, se convierte en repulsivo en la cuarta entrega, para
retornar a su primitiva bondad, o a estados intermedios, en sucesivos
capítulos. Podríamos citar como honrosa excepción moderna la serie
"Breaking bad", coherente hasta el final y con mínimos altibajos, y
entre las antiguas, "Retorno a Brideshead" y "Yo
Claudio" por ejemplo. En estas series hay auténtico cine, o literatura,
como quiere El País. Por eso las miniseries inglesas, aunque no tan mediáticas
como las americanas, se aproximan más al cine y poseen una indudable calidad. Vean si no las casi olvidadas "Tipping the Velvet" y "Fingersmith",
basadas en las novelas de Sarah Waters.
Esas otras series de mayor difusión, como "Anatomía
de Grey", "Bones" o "CSI", son en efecto deshilvanadas
e incoherentes y guardan poca relación con el buen cine, pero tienen una
inestimable cualidad sofronizadora. Son perfectas para que usted, después de un
día de intenso trabajo y conflictos en la oficina y en casa, se deje caer en su
butaca/sofá, se tome una copa (opcional) y permita que el inane episodio de
turno le limpie el cerebro de miasmas.
lunes, 1 de septiembre de 2014
Si no me equivoco
¿Ustedes creen que los que han convertido a Podemos en la
tercera fuerza política de este país (en las encuestas) son todos de izquierdas? Ni por lo más
remoto. Muchos son los indignados, los decepcionados, los que creen que todos
los políticos son iguales, los que están hartos de corrupción, los que no saben cómo
salir de la miseria, los que sin ser xenófobos creen que los inmigrantes usurpan
sus derechos. En otras palabras: los que antes de 2008 disfrutaban del estado
de bienestar, en la medida que les correspondiese, y no les importaba demasiado
que hubiera banqueros ricos porque un consumo moderado estaba a su alcance, la hipoteca
no les atenazaba y podían permitirse algún dispendio como irse una semana a la
Rivera Maya. Estos ciudadanos, que no son ni de derechas ni de izquierdas, no se
paran a pensar en este momento si un estado más intervencionista es mejor que
otro más liberal; lo que quieren es que alguien les (nos) saque del agujero y les
(nos) devuelva el añorado bienestar, porque entonces volverían a votar a los de
siempre, derecha o izquierda, eso es lo de menos, o no votarían si ese domingo
les daba pereza acercarse al Colegio Electoral. Somos como somos y nos encanta
decir que no necesitamos salvapatrias,
pero en cuanto aparece uno nuevo perdemos el culo para alistarnos en sus filas.
No hay más que echar un vistazo a nuestra historia.
No se tome lo anterior como crítica a Podemos. Esta
agrupación no engaña a nadie, y si usted se molesta en buscar su página web podrá
leer sus estatutos y formarse una opinión objetiva sobre el tipo de estado que
quieren conseguir, algo que no creo que hayan hecho todos los que los apoyan. En
cuanto a mi opinión personal, ustedes disculpen, pero me la reservo hasta que
Podemos sea un partido electo y vea cómo funciona. De momento solo es material
de encuestas y tertulias.
El siguiente video no está relacionado con el texto, pero
escuchen qué bien canta Madelyn Renee "El vals de Musetta", del segundo acto de La
Bohème.
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