La
gente joven piensa, según una encuesta, que tenemos malos políticos y que
esa maldad tiene la culpa de que en nuestro país todo vaya manga por hombro. Piensan
lo mismo los políticos que no están en el poder, sin darse cuenta que al ser ellos
mismos políticos, a lo mejor son también malísimos, pero, claro, para ellos es un
hábito, una obligación, porque para la oposición siempre está mal lo que hacen
sus contrarios aunque por casualidad lo hagan bien en algún momento. De modo
que uno se pregunta a veces con cierta ingenuidad, si éstos son tan malos ¿por
qué no ponemos a unos buenos? Y digo ponemos porque se supone que a los políticos
los elige el pueblo para que nos gobiernen y administren el país.
El problema es que no sabemos dónde están los políticos buenos, o si hay alguno, ya que no apreciamos si son de buena calidad hasta que no se estrenan y entonces, para corregir el error, hay que esperar cuatro años y en ese periodo el país se puede ir al carajo. Por eso, con la misma ingenuidad, uno piensa si para ser político no habría que acreditar unas credenciales, un título, un máster o algo, como les pasa a los abogados, a los médicos, a cualquier profesional que busca un puesto de trabajo. Pero no, para ser político solo hay que figurar en unas listas en las que te incluye un amiguete o alguien que te debe un favor; aunque para ser justos de esas listas puede salir un buen profesional o alguien que se dé cuenta de por dónde van las cosas; pero también un zoquete o un aprovechado o un corrupto, ahora que la corrupción es casi obligatoria. Debería haber un tamiz, un filtro, una selectividad para los políticos como en cualquier carrera, habría que tener un buen currículum y aprobar un examen para ser diputado o ministro, y que alguien, un tribunal, por ejemplo, dijera: A ver, usted quiere ser ministro de Sanidad pero tiene formación de abogado (si es que la tiene) así que no da el perfil que necesitamos. Lo sentimos, pero no está capacitado. ¿No es eso lo que ocurre en la vida profesional de los ciudadanos? ¿Por qué tienen bula los políticos?
El problema es que no sabemos dónde están los políticos buenos, o si hay alguno, ya que no apreciamos si son de buena calidad hasta que no se estrenan y entonces, para corregir el error, hay que esperar cuatro años y en ese periodo el país se puede ir al carajo. Por eso, con la misma ingenuidad, uno piensa si para ser político no habría que acreditar unas credenciales, un título, un máster o algo, como les pasa a los abogados, a los médicos, a cualquier profesional que busca un puesto de trabajo. Pero no, para ser político solo hay que figurar en unas listas en las que te incluye un amiguete o alguien que te debe un favor; aunque para ser justos de esas listas puede salir un buen profesional o alguien que se dé cuenta de por dónde van las cosas; pero también un zoquete o un aprovechado o un corrupto, ahora que la corrupción es casi obligatoria. Debería haber un tamiz, un filtro, una selectividad para los políticos como en cualquier carrera, habría que tener un buen currículum y aprobar un examen para ser diputado o ministro, y que alguien, un tribunal, por ejemplo, dijera: A ver, usted quiere ser ministro de Sanidad pero tiene formación de abogado (si es que la tiene) así que no da el perfil que necesitamos. Lo sentimos, pero no está capacitado. ¿No es eso lo que ocurre en la vida profesional de los ciudadanos? ¿Por qué tienen bula los políticos?
Al
menos sería bueno que los políticos demostrasen un poco de cultura, de
inteligencia, de savoir faire, porque
hay algunos/as que no lo han demostrado "en su puta vida" y dicen a
los parados "que se jodan". Hombre, no son maneras. Decía Lenin (con
perdón) que los intelectuales no son buenos políticos, a pesar de que él era un
intelectual, pero los intelectuales se llevan muy mal consigo mismos. Por
ejemplo Sartre decía "Intelectual es el que se mete donde no le
importa" y Noam Chomsky sentenciaba "Los intelectuales son
especialistas en la difamación, son básicamente comisarios políticos". En
fin, quizá los buenos políticos no deban ser intelectuales, pero tampoco ignorantes
catetos zampabollos como son los politicastros que, en la actualidad y para
nuestra pesadumbre, nos representan.
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