Toda buena novela es en parte autobiográfica. O algo así. Una de esas
frases que se repiten de vez en cuando sin que nadie sepa a ciencia cierta
quién la pronunció, si es que la pronunció alguien, porque estoy seguro que
algunas frases surgen por generación espontanea de esa sabia vox populi que nos
rodea. Y no es que los escritores nos cuenten literalmente su vida, sino que
siempre escribimos a partir del bagaje acumulado por nuestras percepciones a lo
largo de la vida; y no importa si lo que uno escribe es una novela
costumbrista, policiaca o de ciencia ficción, porque siempre habrá vivencias
del escritor reflejadas en un personaje, una acción o un paisaje.
Las personas de mi edad, o sea los viejos, seamos escritores o no,
tenemos cierta renuencia a contar cosas de nuestra vida, pensamos que nuestro
pasado no interesa a los más jóvenes y que, aunque no lo digan, quizá piensen:
"¡Qué coñazo el abuelo con sus batallitas!". Confieso que, a veces,
yo mismo me siento cohibido al hablar de mis recuerdos. Pero es un error. Las
novelas no envejecen porque sean antiguas, sino porque no son buenas novelas.
El pasado nunca es despreciable, es la parte más sólida de nuestra vida, más
que un presente efímero o un incierto futuro. A diferencia de otros animales,
los humanos conservamos nuestro pasado y sobre él edificamos nuestra cultura. Y
no se trata de decir "con Franco vivíamos mejor" o "cualquier
tiempo pasado fue mejor". No se puede vivir en el pasado, pero es bueno
recordarlo y recrearlo en nuestros pensamientos y en nuestras palabras. Vivir
descontento con el presente y añorar el pasado no conduce a nada. Pero revivir
los recuerdos o deleitarse en la nostalgia, no es un error. El que ese pasado
pueda interesar o no a otras personas ya no es nuestro problema.
Hoy ha muerto Alfonso Sainz, uno de los fundadores de "Los
Pekenikes", un conjunto que forma parte de mis recuerdos. Este tema era uno de mis favoritos.
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