George Orwell
decía que mirar lo que se tiene delante de los ojos requiere un constante
esfuerzo. Muchos de los que vivimos el comienzo de la democracia no hicimos ese
esfuerzo y ahora nos asombra lo que ven nuestros ojos. Si no se hubiera
producido esta crisis económica seguiríamos estando ciegos o miraríamos sin
ver. Ahora no solo vemos lo que está delante de nuestros ojos, también miramos
hacia atrás con rabia. ¿Desde cuándo está sucediendo esto? ¿Cuándo empezaron a
robar?
No habíamos visto antes pero vemos ahora que nuestros políticos
han corrompido la Transición, un momento histórico ilusionante que creíamos
invulnerable. Hoy los sociólogos hablan de la "falsedad" de la
Transición, porque " fue una imposición neta de la fracción reformista del
franquismo que la mayor parte de la población revalidó". Bueno, ¿y qué?
Esa imperfecta reforma permitió convocar elecciones generales y crear una
Constitución. ¿Podía pedirse más? Puede que la Transición no fuera perfecta,
pero desde luego no es culpable de la corrupción política que ahora nos abruma.
Por su parte los
políticos están perplejos: ¿qué le pasa a la gente? ¿de qué protestan? Nosotros
estamos haciendo las cosas como siempre: igual que los que nos precedieron,
igual que los que precedieron a los precedentes. El problema que aflige ahora a
la clase política (no hay tal "clase" política, pero es como mejor se
entiende) es arduo: recuperar el prestigio ante los ciudadanos. Y a los
ciudadanos les importa poco que la regeneración social la lleven a cabo los
políticos de derechas o los de izquierdas: perciben que la frontera entre una y
otra ideología es cada vez más difusa. Los partidos políticos, como algunos
equipos de futbol, se están quedando sin hinchas, y esta situación suele ser
terrible para los equipos porque no llenan los campos, pierden patrocinadores y
corren el riesgo de bajar a segunda división.
Si no quieren
afrontar ese riesgo sería conveniente que nuestros políticos prestasen más
atención a Orwell y estuvieran atentos a lo que tienen delante de los ojos.
Aunque sea con esfuerzo.
Winston Churchill solía decir que el mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de 5 minutos con un votante cualquiera a pie de urna.
ResponderEliminarNo solo porque la gran mayoría de los votantes son ignorantes acerca del funcionamiento del sistema electoral, el programa de los partidos políticos o las consecuencias de su voto, pero también porque si los votantes fueran realmente conscientes de lo que significa para ellos la democracia, muchos la rechazarían o elegirían otra forma de gobierno.
Por supuesto esta última idea es relativa. Las personas que se han visto obligadas a soportar este éxodo a través del desierto comienzan a beber arena a falta de agua. La clase política ya cuenta con ello.
Tienes razón en parte. Los políticos que se autodenominan demócratas proclaman que ellos siempre son preferibles a cualquier absolutismo. Lo cual es un engaño, porque no hay por qué estar sometido a solo dos alternativas, sobre todo si son perversas.
ResponderEliminarLa paradoja es que la democracia, que es un buen sistema de gobierno,es difícilmente controlada por el pueblo.