El cielo es inmune, las nubes navegan ¿hacia algún lugar?, se han dormido las flores del tiempo y desde la colina vemos la lucha estéril de los cruzados de dios. ¿Dónde se han ido todos los dioses? Un pequeño gorrión entró en casa, lo cogimos con las manos y no se asustó. Lo sacamos a la terraza y voló, giró unas vueltas y volvió a entrar en casa. Lo volvimos a lanzar al exterior y cerramos la puerta de la terraza. El pájaro inició su vuelo. Oímos un golpe: el gorrión se había estrellado contra el cristal de la ventana; no le pasó nada, batió alas y se alejó entre los álamos. Ya no volvió.
Mi perro Zeus se ha roto una pata, mejor dicho
un dedo de la pata trasera derecha. He visto el hueso partido en una
radiografía. Es un galgo negro, pero se está llenando de canas. No se queja y
puede andar, incluso correr aunque su trote es precavido: mueve la pata herida
como una danzarina de ballet. Me hace gracia pero también siento un poco de
pena, pienso que es un herido en una batalla. Con los demás perros se lleva
bien, aunque ahora juega menos. Merche le ha puesto una venda roja, pero no le
dura mucho, prefiere no tener ataduras, corretear libre aunque sea con pasos de
ballet. Zeus es un perro muy social, se deja acariciar por cualquiera. Le gusta
escaparse y explorar sitios nuevos, perderse en el monte o robarles la comida a
los gatos. Siempre lo hemos encontrado, no sé si algún día emprenderá una huida
definitiva en busca de aventuras. Sería muy triste, pero ya se sabe que de la
vida de cada uno van huyendo cosas, ramas que se pierden, nubes que pasan, y
así siempre. Ahora ha venido a verme Zeus, a lo mejor sabe que estoy
escribiendo sobre él. Le acaricio. Es la vida, amigo mío.
Si alguien muere, bueno, se ha muerto, que lo
entierren y lo olviden. Eso es lo tenebroso, que tú vives y no te entierran,
andas por las aceras y las calles, y sabes que más allá solo hay más aceras y
más calles. Pero todo cambiaría si las calles se hicieran casas y las casas
fueran nubes, y tú fueras una frase o un tic tac de reloj, si dejaran a los
muertos sentados en las aceras y enterrasen a las calles. Pero no, siempre
andas confuso pensando en las cosas y aunque no quieras las sientes. Tienes
manos de niebla, mirada de ocaso, como un pájaro sin rostro que ama la lluvia.
Uno ve una nube y piensa ¡fantástico, qué buena foto! En efecto, la nube se
desplaza majestuosa por un cielo azul. O bien forma un cúmulo de proporciones
áureas. O parece un pollito o el mapa de Inglaterra. Entonces apuntas el móvil,
lo encuadras y aprietas el disparador varias veces. Satisfecho vuelves a tu
casa y pasas las fotos al ordenador. ¿Qué ves? Ves una nube, claro, pero una
nube que ha perdido todo el esplendor que tenía antes de captarla.
Ves una nube corriente, como las miles de nubes que salen a diario en Face.
¿Qué ha ocurrido? Simplemente que hacer una foto no es solo apretar el disparador:
hay que crear más allá del modelo o intentarlo al menos. Y la nube-que también
tiene su parte de responsabilidad- debe acomodarse, buscar la pose ideal, lo
cual pocas veces ocurre.
Hay personas que saben captar muy bien las nubes, pero es una excepción.
Llevados a un extremo no son solo las nubes, son casi todas las cosas que
hacemos. Y no digo más, porque lo último que quiere darle a este texto es una
moraleja.
Pero eso sí, está demostrado que la mayoría de los políticos fotografían
una nube y les sale un burro.
Yo sé que detrás de las nubes habrá otras nubes y detrás de los campos
habrá otros campos.
Yo sé que los recuerdos están vivos y seguirán viviendo cuando nos hayamos
ido.
Yo sé que he buscado la belleza y no he buscado más en estas horas que
terminan.
Yo sé que he amado la soledad y he amado también lo que tú amas.
Yo he vivido el mar y soy el mar para siempre.
Yo he vivido la vida y sé que apenas dejo una palabra escrita.
Y sé que aún vivo, aún lucho, y aún busco las montañas detrás de las nubes
y las nubes detrás de las montañas.